Tal día como hoy 9 de octubre de 1974 murió Oskar Schindler un importante empresario alemán que, durante la Segunda Guerra Mundial, salvó la vida de 1.200 judíos a los que consiguió mantener fuera de los campos de concentración al considerarlos trabajadores imprescindibles para su trabajo.
Su gesta le convierte en un héroe anónimo reconocido con el paso de los años tanto por Israel como por Alemania. De nacionalidad alemana, católico, afiliado al partido nazi, era empresario alcohólico, fumador, mujeriego, hedonista y amoral. Nada parecía augurar que este próspero industrial, de arribista y especulador talante, sacrificaría parte de su fortuna en pro de la salvación de más de un millar de judíos.
Pero así fue. En pleno Holocausto, Schindler redactó una lista en la que incluía a más 1.200 judíos o disidentes del nazismo. En ella registraba los nombres de todos los trabajadores que le eran imprescindibles para mantener su fábrica de utensilios de campaña para el ejército. Su habilidad para los negocios le permitió convencer a los nazis de la veracidad de su argumentación presuntamente mercantilista.
Todo se remonta a 1939, cuando atraído por el negocio de la guerra, Schindler decide trasladarse a Polonia. Espía del nazismo y hábil especulador todo parecía prever que se aprovecharía del infortunio judío para lucrarse, pero nada más lejos de ello. El industrial utilizó sus fábricas de armamento para librar del exterminio a tantos judíos como estuvo en su mano.
Tamaña gesta le valió pasar a la historia como un héroe. En el jardín de los Justos en Jerusalén hay más de 10.000 árboles dedicados a todos aquellos que salvaron la vida de algún judío. Uno luce la placa del ya celebérrimo industrial.
Por su parte, Alemania no se quedó atrás. Un artículo publicado por el diario Frankfurter Runschaud propició que el Estado alemán reconociese los méritos de Schindler a mediados de los ochenta. El productor alemán Artur Brauner intentaba realizar una película, ‘Un ángel en el infierno’, basada en la vida del industrial alemán. Karl Carstens, por entonces secretario de Estado y posterior presidente de la república, reaccionó con rapidez. Alemania no podía dejar de reconocer a tan notable personaje.
Basada en la novela del escritor australiano Thomas Keneally, "El arca de Schindler", la obra era fruto de la insistencia de uno de los supervivientes del Holocausto gracias a la interacción del industrial alemán, el ex oficial del ejército polaco Poldek Pfefferberg, quien supuestamente había prometido a Schindler dar a conocer algún día cuánto había hecho por su pueblo.
Schindler había emigrado a Argentina en 1949, junto a su amada y fiel esposa, Emilie, junto a la que había acometido la solidaria acción, y también junto a su fiel amante. Poco después sus empresas se arruinaron, abandonó a su esposa y tras tocar fondo, regresó a Francfort en 1958 donde vivió hasta su muerte, acaecida el 9 de octubre de 1974.
Schindler recibió ayudas y homenajes de Israel hasta el fin de sus días. Anualmente a partir de 1961 pasaba seis semanas en el país con todos los gastos pagados. Así mismo, como réplica, el Gobierno de la República Federal Alemana se vio obligado a concederle una pensión vitalicia modesta, así como la cruz de servicios.
Su esposa Emilie Schindler afirmaría que su esposo no había sido sino un alcohólico donjuán que se había servido de su don de gentes y su atractivo con el otro sexo para medrar socialmente en la Alemania nazi y que su ayuda a los judíos no había sido sino un subterfugio para evitar ser enviado al frente.
En 2004 una nueva biografía publicada en EE UU, niega que elaborara su famosa lista, denuncia que ayudó a planificar la invasión de Polonia y sitúa al personaje, en el lado oscuro de la Historia.
Sea como fuere, su cuerpo descansa en Israel y las almas de 1.200 judíos velan su tumba.
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