lunes, 11 de octubre de 2021

RECORDANDO A BÉCQUER

 

Una tórrida tarde de este verano en que no podía conciliar la siesta, jugueteaba con el mando del televisor en inútil búsqueda de algo interesante, cuando una entrevista a pie de calle, llamó mi atención..Un periodista - micrófono-alcachofa en mano - interrogaba a los transeúntes sobre los más diversos temas, premiando sus aciertos - o eso prometía - con hipotéticos euros virtuales.

¿Sabes quien es Bécquer...? preguntó el reportero a un joven de unos dieciséis años que cruzaba la calle.

¿Bécquer...? - se interrogó así mismo - El caso es que me suena... ¿No será un grupo musical inglés...? indagó intentando disimular con esta pregunta su supina ignorancia.

Aunque yo continuaba ante el televisor, mi mente - siguiendo a Bécquer- se marchó de allí y se refugió - una vez más - en la adolescencia.

La época en que empecé a dejar los tebeos - con los cuales aprendí a leer - coincidió con advertir que el mundo se componía mayormente de chicas, y las antiguas lecturas infantiles fueron ventajosamente sustituidas por un libro sobre otros, que siempre me hacía soñar: Las Rimas de Bécquer...

En aquellos años, por mor de la adolescencia, siempre tenía la sensibilidad a flor de piel – el “pavo” como dicen en mi tierra - y pasaba horas leyendo y releyendo hasta saberlos de memoria, los versos que en cada momento el inestable estado emocional del alma me pedía, ya fuese de exaltación o de tristeza.

Bécquer con sus rimas, era capaz de llenarlo todo de sentimiento; “Hoy la he visto... La he visto y me ha mirado... ¡Hoy creo en Dios”, y en ese instante te veías reflejado en la rima, al recordar cuando aquella mañana te habías cruzado en la calle con la quinceañera, que te traía por la calle de la amargura.

O las veces que sentías una identificación total con el poeta cuanto escribía: “¡Cuándo podré dormir con ese sueño en que acaba el soñar!!”.

O en los momentos de desespero, a causa de un enfado con ella que parecía definitivo, encontrabas comprensión en los versos del genial sevillano; “Porque no brota sangre de la herida, porque el muerto está en pie.”

Y por último, cuando tras la reconciliación - por motivos tan fútiles como los de la ruptura – se producía el milagro; “¡Qué es poesía! ¿Y tú me lo preguntas? Poesía... eres tú.”

Bécquer fue entonces fiel compañero de noches de insomnio, en mi casa de la Gavia, en la vega de Álora; confidente de dudas sobre la propia existencia; bálsamo y al tiempo acicate para la exaltación de los sentidos y - en suma - alguien al que veía tan grande y a la vez tan parejo, que era posible cada día aunarse con él en sentimientos, pues en sus palabras se escondía aquello que sentía y no era – ni nunca sería - capaz de expresar como él hacía.

No debió trascurrir mucho tiempo en esta reflexión que narro, pues cuando volví a percatarme de que me hallaba ante al televisor, aún estaba en la pantalla el mismo joven, al que el periodista hacía una nueva pregunta, para mi inalcanzable, que no obstante respondió sin dudar: “Es un actor de cine y se deletrea Schwarzenegger...”, dijo haciéndolo, sin fallar ni en una sola letra.

Seguramente, pensé para mi, mientras luchaba inútilmente por vencer el calor, cuando él tenga mi edad, sus recuerdos no serán de Bécquer como son los míos, sino de Schwarzenegger.

Sinceramente, no le envidie..,

J.M. Hidalgo (Recuerdos de adolescencia)

No hay comentarios:

Publicar un comentario