Tal día como hoy, 25 de agosto de 1932, en España, el presidente de la República, Alcalá Zamora, conmuta la pena de muerte por cadena perpetua, al general Sanjurjo por su intentona golpista
El 10 de agosto de 1932 el general de división, José Sanjujo,director del Cuerpo de Carabineros, se levantó contra la República en Sevilla, donde declaró el “estado de guerra”. Si bien se hizo momentáneamente con el control de la ciudad, su intentona no pasó de ahí, pues en Madrid tuvo poco respaldo aunque con incidentes, lo que le obligó a huir a Portugal, siendo detenido en Ayamonte.
Juzgado sumariamente, el 24 de agosto en el Salón de Plenos del Tribunal Supremo, por “delito consumado de rebelión militar”, fue condenado a muerte, aunque el Gobierno conmutó su pena, por la de cadena perpetua, con expulsión del Ejército y suspensión de sueldos y honores. En cuanto a los otros implicados, la mayor parte de ellos serían deportados a Villa Cisneros.
Su acción fracasó, en gran medida, porque el Gobierno estaba sobre aviso. En sus "Memorias Políticas y de Guerra", Manuel Azaña entonces presidente del Gobierno, nos da cuenta de que unos días antes de aquella intentona, Sanjurjo le expuso a Alejandro Lerroux todo un memorial de agravios sobre la situación del Ejército, con una oficialidad desmoralizada y con sus filas “minadas por el comunismo”, apostando, en cambio, por “un Gobierno republicano y de orden, contra los socialistas”.
De todo ello, Azaña dedujo, por noticias confidenciales, que “tienen organizado algo”. Cuando posteriormente el Gobierno se reunió en Consejo de Ministros, para deliberar sobre un posible indulto, Azaña fue el último en votarlo, alegando que “su condena a la pena de muerte obligaba también, a fusilar a otros seis o ocho”. Finalmente concluía que, “fusilando a Sanjurjo hacíamos de él un mártir”.
Por su parte el jefe del Estado, Niceto Alcalá Zamora, escribe en sus ‘Memorias’ que “en nuestros cambios de impresiones, siempre estuvimos de acuerdo sobre la procedencia del indulto” ya que el caso no ofrecía dudas, “porque ha de apreciarse toda la vida del culpable y no solo el delito, sobre todo si la pena es de muerte”.
Sin duda, pesaba en el ánimo de todos el ofrecimiento de Sanjurjo, el 14 de abril a la causa republicana. Tras el Consejo de Ministros y sin todavía hacerse público el acuerdo, aunque se esperaron formalmente algunas peticiones de indulto, éstas no llegaron, apostillando Alcalá Zamora que “la clase conservadora abandonó por completo a su vencido caudillo”.
Tan solo se produjeron dos peticiones, muy significativas, por parte de la viuda de Fermín Galán y de la madre de García Hernández, ambos capitanes del Ejército, fusilados por la intentona golpista de Jaca contra la Monarquía, en diciembre de 1930.
Encarcelado en el penal del Dueso, fue trasladado al castillo de Santa Catalina. El Diario de Cádiz informaba de su llegada el 10 de enero de 1934, “rodeada de misterio” y a bordo del cañonero ‘Cánovas del Castillo’.
Cubierto con “un abrigo con bufanda y boina”, fue saludado en el muelle, por sus amigos gaditanos. Entre las diversas visitas que recibió una vez allí, se cuenta la que realizaron juntos el torero Ignacio Sánchez Mejías y el periodista Gregorio Corrochano.
Tras su paso en prisión, sería amnistiado el 25 de abril de 1934, por el Gobierno de Alejandro Lerroux, sobre el que siempre pesó la sospecha de cierta connivencia, en los sucesos de Sevilla. A partir de ahí, Sanjurjo pasó a Portugal, donde se estableció en Estoril y siguió conspirando, contra la República.
El 20 de julio de 1936, iniciados ya los primeros puentes aéreos sobre el Estrecho que transportaban tropas sublevadas desde Marruecos, corrieron inquietantes rumores sobre la suerte de Sanjurjo quien, desde Estoril debía ser trasladado en vuelo rumbo a Burgos para ponerse al frente de las tropas como general en jefe.
Por orden del general Mola, "El Director" de la conspiración, el aviador Juan Antonio Ansaldo va el 20 de julio a Estoril a recogerle con su avioneta para trasladarle a Burgos, donde asumiría el mando del golpe de Estado.
Sin embargo, el aparato, un De Havilland DH.80, se estrella a los pocos momentos del despegue y termina envuelto en llamas, al impactar contra una valla de piedra en la actual rúa de Santa Cruz, en la pedanía de Areia -Cascaes-,Portugal donde sus compañeros de armas, erigieron años después un sencillo monolito conmemorativo.
Sanjurjo muere y el piloto, que logró sobrevivir con heridas leves, atribuirá el siniestro al exceso de equipaje del general
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