Tal día como hoy, 3 de agosto de 2014, el Estado Islámico perpetra una masacre, contra la minoría yazidí en Sinyar (Irak) con el asesinato de 5.000 hombres y el secuestro y violación, de unas 7.000 mujeres y niñas.
Las mujeres yazidíes, constituyen una entidad dinámica en el núcleo de la sociedad yazidí. Su existencia hoy en día se ve amenazada, por los miembros del Estado Islámico, que las secuestran, venden, violan y esclavizan.
Esta minoría etno-religiosa, a la que se le da la opción de convertirse al islam o morir, lleva más de 6.000 años viviendo en Irak. A lo largo de la historia, ha sobrevivido a 47 intentos de exterminio, el más reciente de ellos ocurrido, el pasado 3 de agosto de 2014.
Este día el Estado Islámico de Irak y el Levante tomó Sinyar, tras la retirada de las fuerzas peshmerga del Kurdistán. El resultado fue, más de 5.000 civiles muertos y unas 7.000, personas secuestradas. Unos 200.000 yazidíes quedaron atrapados durante 12 días, en la montaña, entre ellos cientos de bebés, personas mayores y enfermas, a quienes sitiaron, hasta que murieron de hambre.
Además de Sinyar, el Estado Islámico mató a 712 hombres del poblado de Kojo. Capturaron a las mujeres y menores, y los tomaron como esclavos el 15 de agosto de 2014.
Varios de sus vecinos, incluidos árabes, turcomanos y kurdos, se han unido al Estado Islámico de Irak y el Levante y han participado en el homicidio y la venta de yazidíes, a quienes han robado su dinero y han destruido sus casas.
Tras capturar a las personas yazidíes, el Estado Islámico las dividió en categorías: hombres, mujeres ancianas, madres junto a niños y niñas menores de 6 años, niñas vírgenes -las de tan sólo 8 y 9 años de edad-, y niños.
Muchas de esas niñas fueron entregadas a los soldados y oficiales que habían ocupado Sinyar. El resto, a miembros del Estado Islámico en Siria.
Tal es el horror que padecen, que he oído hablar de distintas formas de suicidio: beber queroseno, cortarse las arterias, saltar de vehículos en marcha o desde edificios altos, e incluso prenderse fuego. Lo han hecho decenas de niñas, en Aaj, Tal Afar y Mosul, en Irak; y en Al Tabaka y Palmira, en Siria.
Durante los primeros meses de cautiverio obligaron a todas las niñas a ingerir píldoras no identificadas. A algunas mujeres embarazadas, las hicieron abortar violándolas a diario, dándoles palizas con cinturones, o propinándoles patadas en el vientre.
Cuando el Estado Islámico comenzó la venta de personas yazidíes en Mosul, a mediados de agosto de 2014, la horquilla de precios osciló entre los 5 y los 100 dólares estadounidenses. Luego se inició la venta online a través del WhatsApp.
La operativa consistía, en enviar foto o descripción de la niña, si era virgen, precio y tipo de tareas diarias que era capaz de realizar. También indicaban, si hablaba árabe con fluidez y si había memorizado, partes del Corán. Los precios comenzaron a subir y a oscilar entre los 5.000 y los 15.000, dólares, a veces incluso más.
Ninguna organización feminista, de las muchas que abundan en el planeta tierra, -tan belicosas en los países occidentales- , ha levantado un dedo, en defensa de estas desgraciadas mujeres.
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