José Moñino Redondo, Conde de Floridablanca, nació un 21 de octubre de 1728 en Murcia. Su padre era un funcionario de la curia eclesiástica, que en 1735 fue nombrado Notario Mayor y Archivista, de la Audiencia. Fue allí, donde el futuro ministro de Carlos III, pasó su infancia.
Realiza sus primeros estudios, en el Seminario de San Fulgencio de Murcia, para después continuar su formación en Orihuela. En 1748, antes de cumplir 20 años, obtiene el título de abogado y la licencia, para ejercer en los Consejos y Tribunales de la Corte, comenzando a trabajar muy pronto, en la tierra que le vio nacer.
En 1766 fue nombrado Fiscal del Consejo de Castilla. Algunos autores consideran, que es posible que en este ascenso influyera, el fiscal Pedro Rodríguez Campomanes, supuestamente agradecido, por el apoyo que le brindó Floridablanca, al publicar la Carta Apologética sobre el Tratado de Amortización, en la que nuestro personaje, bajo el seudónimo de Antonio José Dorre, había elogiado el libro de Campomanes.
El Consejo de Castilla, representaba en el siglo XVIII, prácticamente todo el poder del reino: era órgano legislativo, consejo político y administrativo y alto tribunal de justicia, civil y criminal. Con 37 años, Moñino alcanza con este cargo, un poder inusitado.
Junto al fiscal Campomanes, tuvo un papel destacado a la hora de afrontar las revueltas, acaecidas durante el reinado de Carlos III, que acabaron en la expulsión de los jesuitas, en 1767, promovida por el Conde de Aranda.
Medida que representa una plasmación inequívoca, de las tesis regalistas, muy en boga en aquella época, que establecían la necesidad del reforzamiento del poder regio, frente a otros poderes como, por ejemplo, la Iglesia.
En 1772, el entonces primer ministro de Carlos III, Grimaldi, propone a Moñino como Embajador en Roma, tras la renuncia del anterior, Aizpuru. Tras su nombramiento, inició las negociaciones, para suprimir la Compañía de Jesús, por parte del papado, consiguiéndolo un año después.
El Rey quiso entonces, recompensar al murciano por su labor, y le concedió el título de Conde, para el que Moñino solicitó, el nombre de su finca Floridablanca. También tuvo ocasión de influir, mientras continuaba en la embajada romana, en la elección del nuevo Papa, Pío IV.
El 19 de febrero de 1777, Moñino ocupó el cargo de Primer Ministro del rey, en el que se mantuvo hasta octubre de 1788, nombramiento que fue ampliamente celebrado, en Murcia.
Entonces comienza un período de éxito profesional, avalado por la confianza que siempre tuvo el monarca Carlos III en él, ratificada después por su sucesor, Carlos IV, a pesar de que ya contaba, con muchos opositores políticos.
Este apoyo regio, no se mantiene mucho tiempo, y en 1792, Floridablanca es cesado a favor del Conde de Aranda. Más tarde, incluso sería detenido y encarcelado, continuando la tradición borbónica, de perseguir a los ministros caídos, costumbre sólo abandonada, durante el reinado de Carlos III.
Tras alejarse de la vida política, fueron trece años de su vida, los que transcurrieron, en su tranquilo retiro murciano, dedicados casi exclusivamente a la oración, en una celda del convento, de los franciscanos.
Un último homenaje, al antiguo ministro de Carlos III,se le brindaría en el contexto general de la rebelión, contra las tropas napoleónicas. En efecto, poco después de constituirse la Junta Suprema Gubernativa de Murcia, Floridablanca sería distinguido como uno de sus miembros, además de representante ante la Junta Suprema Central en 1808, de la terminó siendo Presidente.
El 30 de diciembre de 1808 murió en Sevilla el que fue presidente de la Junta Suprema Central, el Conde de Floridablanca, uno de los políticos más lúcidos, de la España del Antiguo Régimen.


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