Tal día como hoy, 25 de octubre de 1521, finalizaba la Guerra de las Comunidades de Castilla, rebelión en la que numerosos nobles castellanos, se sublevaron contra el Rey Carlos I de España, y que acabó después de que María López de Mendoza y Pacheco rindiese la ciudad de Toledo, último bastión de los comuneros.
La Guerra de las Comunidades de Castilla, fue una revuelta que tuvo lugar en la Corona de Castilla, entre 1520 y 1522, durante el reinado de Carlos I. Este levantamiento armado, fue protagonizado por los comuneros, grupos urbanos y populares de las ciudades, castellanas que se alzaron contra el poder del rey, debido a la subida de impuestos, la política imperial y la marginación, de las élites locales.
La revuelta terminó, con la derrota comunera en la batalla de Villalar, el 23 de abril de 1521, la ejecución de sus líderes y un fortalecimiento del autoritarismo real
Los antecedentes de la rebelión de los comuneros, se encuentran en la política del nuevo monarca castellano, el Rey Carlos I, cuya llegada causó gran inquietud entre los nobles castellanos, en sus primeros años de reinado, al no saber hablar castellano y traer consigo, a un gran número de nobles y clérigos flamencos.
Temerosos de perder poder y estatus social, muchos nobles se sublevaron contra Carlos I de Habsburgo en la llamada "rebelión de los comuneros". Juan Padilla, Juan Bravo y Francisco Maldonado, fueron sus líderes y buscaron en la aislada Juana "la Loca", madre del Rey Carlos I, una figura que legitimase el levantamiento, aunque no lo consiguieron.
Tras mantener en jaque en su propio territorio, al hombre más poderoso del mundo, el emperador Carlos V, los rebeldes perdieron a más de 1.000 hombres y a sus principales cabecillas, en la batalla de Villalar.
Tras esta derrota María Pacheco, la mujer del fallecido comunero Juan Padilla, lideraría la rebelión hasta que el 25 de octubre de 1521, se rendía la ciudad de Toledo, último bastión de los insurrectos.
Tras la rendición de la ciudad, Carlos I promulgó el Perdón General, que amnistiaba a todos los que habían participado en la rebelión. Pese a todo, cien comuneros fueron ejecutados, entre ellos se encontraba el arzobispo Acuña, quien había controlado la ciudad rebelde de Toledo, junto a María Pacheco, líder comunera que consiguió escapar a Portugal y salvar su vida.
El retorno de Carlos V a España en el verano de 1522, tras su elección como emperador, sirve a la pacificación del país, igual que el perdón general que otorga en octubre. Pero esa gracia no alcanza a la comunera; al contrario, por real cédula de enero de 1523, expedida en Valladolid, María es condenada a muerte, y todos sus bienes y derechos son confiscados.
La sentencia se pregona, en la plaza de Zocodover, el corazón de Toledo. La casa de María fue demolida y arado el suelo donde se levantaba. El emperador intentará, incluso, que el rey Juan III de Portugal, le entregue a María Pacheco y a los demás comuneros, refugiados en su reino; al final, aceptará que María fuera confinada en Oporto.
Es allí donde fallece María Pachecco, en mayo de 1531, cuando tiene apenas 35 años. Su último deseo, el de que sus restos reposen junto a los de su amado esposo, no se verá cumplido.
Con María Pacheco desaparece el último símbolo de la causa comunera, pero su figura perdurará durante siglos, en la memoria colectiva de Castilla.


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