Tal día como hoy 21 de abril de 1944, en Francia las mujeres consiguen, por primera vez, el sufragio femenino, mediante un decreto firmado por el general De Gaulle, que establece el derecho al voto y a ser elegidas en las mismas condiciones que los hombres.
Se consigue así un anhelo que perseguían las mujeres francesas desde siglos atrás, desde la época de Olympe de Gouges y su “Declaración de los derechos de la mujer y de la ciudadana” en 1791.
Ejercerán su derecho por primera vez en las elecciones municipales del 29 de abril de 1945, votando también por vez primera en unas elecciones nacionales el 21 de octubre de ese mismo año.
Francia fue uno de los países occidentales donde más tarde se reconoció el derecho al voto femenino, pese a que, en teoría, ha sido siempre la patria de los derechos. El sufragismo anglosajón, el más activo, terminó por influir en el voto femenino en Francia y Hubertine Auclert y Madeleine Pelletier fueron las más encendidas defensoras de la causa, al inicio del siglo XX.
Hubertine Auclert, pedía el voto para la mujer y su hecho más conocido, en acciones llamativas, fue en 1904, al conmemorarse el centenario del Código Napoleónico, tan lesivo para los derechos de las mujeres, rompió públicamente un ejemplar del mismo, durante una manifestación y se negó a pagar impuestos.
Por su parte, Madeleine Pelletier, médica de profesión y su organización publicaba “La Suffragiste”, intentado conectar el sufragismo con el socialismo, al contactar con mujeres socialistas.
Las sufragistas francesas protagonizaron acciones “mediáticas”, como la interrupción de sesiones parlamentarias y convocatoria de manifestaciones ilegales que terminaban en enfrentamientos. Pero el sufragismo francés no influyó en los partidos ni en la opinión pública, al contrario de lo que ocurría en Inglaterra, ya que un creciente conservadurismo en Francia, propició el fracaso de la causa sufragista.
En Francia, además, hubo incomprensión hacia la causa de las mujeres por parte del movimiento obrero, ya que un sector del socialismo no veía con buenos ojos la lucha femenina, porque era más importante la lucha de clases y aquella podía entorpecer a ésta y hubo socialistas que consideraban que la incorporación de la mujer al trabajo, podía ser perjudicial, al aumentar el número de trabajadores y por consiguiente, un mayor abaratamiento de los salarios.
Además, las sufragistas solían ser mujeres de la burguesía, a fin de cuentas enemigas de clase y, en este sentido, líderes socialistas como Pablo Iglesias, tuvieron que demostrar, que no había contradicción, entre la lucha de las mujeres y la lucha de clases.
Al terminar la Primera Guerra Mundial, la cuestión del voto femenino fue discutida en el parlamento francés, pero fue rechazada, mientras se iba extendiendo este derecho en otros lugares como España, que lo reconoció catorce años antes, en 1931.
Al final, en octubre de 1945, después de la Segunda Guerra Mundial, las mujeres francesas vieron reconocido su derecho al voto.
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