lunes, 7 de octubre de 2024

La expedición de Juan Díaz de Solís al Río de la Plata

Tal día como hoy, 8 de octubre de 1515,parte de Sanlúcar de Barrameda (Cádiz, España) la expedición de Juan Díaz de Solís, que descubrirá el Río de la Plata.

La expedición, que fue preparada en secreto en Lepe con 4000 ducados, estaba equipada con tres pequeñas carabelas y setenta marineros. El monopolio del comercio con Oriente, estaba en manos de la corona portuguesa, que temía perderlo en favor de los españoles y por ese motivo, desarrollaba una ingente tarea de espionaje en todos los puertos, que su rival pudiera utilizar para enviar expediciones.

Descubierta la proximidad de la partida de Juan Díaz de Solís, los portugueses intentaron sabotear los tres barcos pero fallaron, no pudiendo, por ende, impedir la partida del explorador desde el puerto de Sanlúcar de Barrameda, el 8 de octubre de 1515. 

Juan Díaz emprendió su último viaje, en la búsqueda del pasaje transoceánico. En caso de encontrarlo, planeaba atravesar el Pacífico, hasta alcanzar el Extremo Oriente.

Habiendo llegado a la costa del Brasil, Juan Díaz de Solís navegó lentamente hacia el sur a la vista de tierra, descubriendo la bahía de Babitonga en la cual encontró un puerto, al cual llamó de San Francisco, pasó por la isla de Santa Catarina, prosiguió explorando las costas hoy riograndenses y uruguayas alcanzando Punta del Este, el 20 de enero de 1516.

Allí tomó posesión de la tierra en nombre del rey de España, llamando al lugar Puerto de Nuestra Señora de la Candelaria. Así entró en el  río de la Plata, una enorme extensión de agua dulce, que configura el estuario de los ríos Paraná y Uruguay. 

Confundiéndolo con un brazo de mar, de salinidad inexplicablemente baja, Juan Díaz de Solís lo bautizó, precisamente, “Mar Dulce”, y pudo penetrar en él ,gracias al escaso calado de sus tres carabelas.

Por su extensión y por el sabor de sus aguas, exploró la costa norte del río hasta la desembocadura del Uruguay, descubriendo una isla, que fue denominada Martín García debido a que en ella fue enterrado el cadáver del cocinero de la expedición, que llevaba ese nombre.

Juan Díaz de Solís, desembarcó en las inmediaciones del arroyo de las Vacas y juntamente con siete de sus compañeros, fue muerto por los indios, salvándose el grumete, Francisco del Puerto, 

El resto de la expedición, bajo el mando del piloto Francisco de Torres, regresó a España después de perder una nave en la isla de Santa Catalina, donde quedaron abandonados dieciocho de sus tripulantes. 

Los supervivientes relataron a su regreso a España, que allí reinaba un hombre blanco, semejante al de la leyenda de El Dorado, al que llamaron rey de plata o “argentino”, por la gran cantidad de este metal que parecía poseer, circunstancia que bautizó tanto al país (Argentina) como al estuario ( Río de la Plata)

Fracasado el proyecto, de la audaz expedición de Juan Días de Solís, solo quedó un grumete -Francisco del Puerto- que se adaptó a la convivencia con los indios y fue más tarde rescatado, por Sebastián Caboto.

Carlos I, consciente del poder que aquellas tierras implicaban, montó en 1535 una nueva expedición, compuesta por dieciséis barcos y mil quinientos hombres, bajo el mando de Pedro de Mendoza, quien con el título de Adelantado de La Plata, partió de Sanlúcar de Barrameda.

Al año siguiente, en las orillas del estuario, funda la ciudad de Santa Maria de los Buenos Aires, se envían de inmediato expediciones hacia el interior del país y por el río Paraná, en busca de un punto de unión con Perú. La primitiva ciudad, resultó destruida por los guaraníes, aguerridos indios de la zona, y Mendoza murió al año siguiente, ya viejo y enfermo, mientras regresaba a España.

La muerte de Juan Díaz de Solís en el relato de Pedro Mártir de Angleria, que escribió la primera historia oficial del descubrimiento: “Los indios, como astutas zorras parecía que les hacían señales de paz, pero en su interior se lisonjeaban de un buen convite; y cuando vieron de lejos a los huéspedes, comenzaron a relamerse cual rufianes.

Desembarcó el desdichado Solís, con tantos compañeros cuantos cabían en el bote de la nave mayor. Saltó entonces de su emboscada gran multitud de indios, y a palos los mataron a todos, a la vista de sus compañeros; y apoderándose del bote, que  en un momento lo hicieron pedazos: no escapó ninguno. 

Una vez muertos y cortados en trozos, en la misma playa, viendo sus compañeros el horrendo espectáculo desde el mar, los aderezaron para el festín; los demás, espantados de aquel atroz ejemplo, no se atrevieron a desembarcar y pensaron en vengar a su capitán y abandonaron aquellas playas crueles”.

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