Tal día como hoy, 9 de octubre de 1238, en la ciudad de Valencia, se celebra la primera misa cristiana en esa región, un día después de que el monarca Jaume I "el Conquistador", entrase en ésta y ese día era fiesta de San Dionís, el santo de los enamorados en la Comunidad Valenciana.
La Crónica narra, uno de los episodios clave para el desenlace del asedio a València. El relato explica que el rey Zayyan, esperaba la llegada de suministros por mar procedentes de Túnez, para auxiliar a la maltrecha población del Turia. Cuando los barcos llegaron a la costa, encendieron fuegos para ser vistos por los habitantes de la ciudad que, a su vez, respondieron con la misma señal.
Jaume I, al percatarse de la operación, ordenó cercar de hogueras el recinto amurallado, para demostrar que no había lugar, por donde atravesar el asedio y abastecer la capital. Este hecho provocó el inicio de negociaciones secretas, entre el Conquistador y los enviados del rey moro Zayyan.
La reina Violante, fue testigo de estos pactos de rendición, que garantizaban la salida pacífica y bajo protección real de los ciudadanos musulmanes, que decidiesen abandonar la ciudad. La medida no gustó a los nobles cristianos, que hubiesen preferido entrar a cuchillo y repartir el botín.
Los pactos se firmaron el 28 de septiembre y ese mismo día, una bandera en forma de bocel con cuatro barras rojas sobre un fondo amarillo, conocida como el Pendón de la Conquista, ondeó en la desaparecida torre de Alí Bufat, en la actual plaza del Temple.
El rey les había concedido veinte días, para desalojar la ciudad. Sin embargo los musulmanes, al cabo de diez jornadas, ya estaban prestos para cumplir lo acordado. La Crónica habla de 50.000 musulmanes, que salieron de las murallas camino de Cullera, un 8 de octubre de 1238.
El 9 de octubre, fiesta de San Dionís, se introdujo la comitiva por la puerta del Temple, camino de la mezquita principal, que se convertiría en catedral. El primero en la marcha era el confesor del rey. Luego se organizaba según la jerarquía social, desde los menos importantes a la parte real.
Jaume I, con las armas completas y sobre un caballo, con las gualdrapas azules y el casco real, iba con todos los caballeros de su casa y sus lacayos con librea. Detrás avanzaba la reina Violante, entre los dos arzobispos que estaban presentes, el de Tarragona y el de Narbona. Una capilla lateral exterior de la catedral de Valencia rememora la primera misa que se allí se celebró.
Posteriormente, en la reorganización y reparto de la ciudad, Jaime I entregó la Iglesia del Santo Sepulcro a los Canónigos Reglares del Santo Sepulcro, que le acompañaban en la conquista, “por tener la Basílica la misma invocación”.
Sobre esta Iglesia, se erigió la Iglesia Parroquial advocada, a san Bartolomé mártir y un año más tarde fue intitulada también de san Miguel, por haber sido tomada la ciudad en la víspera del arcángel y haberse celebrado allí, la primera fiesta litúrgica de la ya cristiana, de nuevo Valencia.
El poeta y diplomático musulmán de Onda, Ibn al-Abbâr, reflejaba en sus versos, la parte amarga de la conquista, para los musulmanes:
"¡Cuánta pérdida! ¿Cómo revivir el pasado? ¡Sólo son ruinas los colegios aquellos, donde todos recitaban el Corán! El jardín que con deleite encantaba nuestros ojos, las arboledas verdeantes, ya se han secado y endurecido. Los parajes de los alrededores ya no existen, aquellos que al viandante, invitaban a permanecer o pasear. Un infiel ha venido a borrar tanta belleza; designado por el destino para traerle perdición, deshacerla quiere a pedazos, y ni duerme ni reposa".
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