lunes, 19 de septiembre de 2016

Don Luis, el profesor de F.E.N

 
Hace poco me enteré – a pelota pasada – de la muerte en Málaga de mi ya anciano profesor de F.E.N. Para los que aún no pasan de los cincuenta, debo decir que bajo estas siglas se escondía el nombre de una de “las marías”, asignaturas que constituían el núcleo endeble de los estudios de bachillerato y que eran  Formación del Espíritu Nacional,  Religión y Gimnasia.

Cuando un trimestre habías hecho el perro en clase y las notas al final lo evidenciaban, siempre cabía el recurso de decir -“¡Pero tengo tres aprobadas...!” esas tres eran - naturalmente - “las marías” a las que hago referencia, y que casi nadie solía suspender con solo asistir a clase...

La asignatura de F.E.N. - para entendernos - era una especie de Educación para la Ciudadanía del franquismo, y en ella se destacaban los valores nacional sindicalistas del sistema, y se ensalzaba el sacrificio, la disciplina, y la obediencia al mando, como esenciales en el devenir futuro de los estudiantes.

El profesor al que me refiero - Don Luis – al que se conocía coloquialmente como “el político”, era un hombre a quien el sistema - al que con devoción servía - trataba de la peor manera que imaginarse pueda.

Cierto era que en aquella época ni los catedráticos nadaban en la abundancia, pero Don Luis se debatía casi en la indigencia. En invierno acudía a clase provisto de varios jerséis sobrepuestos, y embutido luego por una pelliza que - a juzgar por su estado sobado y reluciente - había soportado ya muchos fríos, en cuyas mangas se habían agregado unas coderas para evitar que asomasen los hilos que constituían su estructura.

Pese a todo, Don Luis loaba los logros del régimen y repetía incansable las glorias pasadas de un imperio extinto, del que había surgido el presente. Cada año - entre los trabajos del curso – debíamos confeccionar un periódico personal, al que había de darse nombre y contenidos, todo ello supervisado luego por nuestro hombre.

Se completaba la asignatura con la lectura del libro “María, matrícula de Bilbao” de José María Sánchez Silva, sobre las vivencias de Luiso, un niño hijo del capitán del buque que daba nombre al libro y sus peripecias a bordo durante un verano. Libro que fomentaba la moral al uso y los valores de la solidaridad y la camaradería, y que supuso librarnos de los anteriores infumables manuales doctrinarios de la asignatura.

Pero volvamos al periódico. Aquel año, tras rechazar varios nombres porque ya “estaban cogidos”, me fue aceptado aunque a regañadientes “por poco patriótico” el de Águila, siendo importante el título pues la portada había de referirse a este, mediante un dibujo.

El problema surgió con los contenidos, que debían aludir – por fuerza -  al régimen... Para hacerlos me sirvió la Cuba de Castro, que ya entonces daba mucho de si. Los habaneros acababan de poner, de patitas en un avión a nuestro embajador, por contradecir al dictador caribeño que – a su vez - había tachado de dictador al que entonces teníamos aquí, y eso - por lo visto - entre colegas se llevaba fatal...

Así pues, como pude redacté un artículo, resaltando como era lógico - si es que quería aprobar – tanto lo malo del barbudo, como lo bueno de nuestro generalísimo. Pero todo resultó en vano. Don Luis, después de leer con gesto adusto mi redacción, me llamó a capítulo para decirme que en la crítica del cubano no había sido lo bastante enérgico, y sobre todo que había hecho un parangón intolerable al decir, que era una paradoja el que fuese tan sospechoso llevar barba en España, como no llevarla en Cuba, porque “evidentemente no era lo mismo”...

Aquel trimestre una de las “marías” estaba suspensa... Mis padres, al ver el boletín de notas, no podían dar crédito a sus ojos.  Por suerte – en aquella ocasión - la Historia y la Literatura me libraron de la paternal hoguera...

Descanse en paz Don Luis...¡Quien le iba a decir que Castro, a quien él auguraba - como mucho - un par de años más de mandato, le sobreviviría aún en el poder!.

J.M. Hidalgo (Recordando el Instituto)

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