Con frecuencia saltan a las portadas de los periódicos y se convierten en cabecera de telediario jóvenes que – contraviniendo las normas de un centro docente - van a clase cubiertas por la Hiyad o pañuelo típico de las mujeres musulmanas.
¿Por qué un hecho tan trivial como taparse la cabeza con un trapo, tiene tal repercusión mediática?. Nada habría de extraño en el proceder de estas jóvenes, sino fuera por la carga ideológica que ese pedazo de tela lleva implícito, pues en una sociedad igualitaria el hecho de cubrirse o no la cabeza sería intrascendente, de no significar un signo de sumisión para la mujer que lo hace.
Lo que nos sorprende - a los que de siempre hemos defendido los derechos de la mujer - es que sean precisamente mujeres, las que minimizan o pasan sobre el asunto como sobre ascuas, aunque en nuestro caso quizás esto suceda, porque valoramos mucho menos lo que creemos moralmente justo, que lo que se entiende como políticamente correcto.
Así, portavoces de partidos en el poder o la oposición, declaran, que “Eso no es sino un signo de identidad cultural”, y algunas, otrora vehementes en sus ataques a esta prenda, se desentienden diciendo que - Aunque a ellas no les gusta el velo, optan por el respeto de las creencias, a quien quiera llevarlo, a la igualdad de oportunidades y de trato... que es decir un montón de palabras para – como suelen hacer - no concluir en nada...
No sé si estas responsables políticas, juzgan también como “signos de identidad cultural”, el que en el mundo islámico las mujeres no puedan salir a la calle si no van acompañados de un varón, o que a partir de los nueve años se las considere adultas y se las pueda legalmente casar - previo pago –con hombres de más de ochenta, o que en caso de ser violadas y para demostrar su inocencia, hayan de presentar al menos cuatro testigos del hecho, cosa esta bastante difícil salvo que la violación se realice en un escenario.
En caso contrario, serán acusadas de ser ellas las culpables y - si quedan embarazadas - condenadas a la lapidación por adúlteras o prostitutas. Cosa esta - la lapidación - que ha de hacerse con piedras “ni muy grandes ni muy pequeñas” para así alargar al máximo la agonía de la víctima...
O quizás sea también signo cultural, el hecho de que vestir pantalones merezca la pena de azotes en público, y - por no seguir- que el burka y el velo islámico se lleve para la propia seguridad de la mujer, ya que si son atacadas careciendo de esa prenda, la culpa será suya por haber excitado la líbido de los verracos humanos, los cuales – con tales instintos – debieran ir provistos de una “esportilla” como antiguamente llevaban puesta los machos cabrios, para evitar que cubriesen a las hembras...
Disiento de la afirmación, de que tales cosas puedan ser signos de “identidad cultural”, sino símbolos de dominación machista sobre la mujer, llevados muchas veces a tales extremos que a las conciencias igualitarias repugnan.
Ni tampoco es cierto que Mahóma o el Corán digan que eso sea así. Antes al contrario, el libro sagrado de los musulmanes dice, que “Alláh concede la igualdad al hombre y a la mujer, en derechos virtudes y obligaciones”.
Pero una cosa es lo que dictan los dioses, y otra bien distinta lo que hacen los hombres y también algunas mujeres, y la realidad es que, aunque los textos coránicos consagren este principio, muchos han entendido a su manera las palabras del profeta y, las mujeres - en la mayoría de sus países - son un subproducto condicionado y sometido al varón, sin el cual no son ni representan nada.
Por ello cuando en mi propio país, veo a mujeres con proyección y relieve - presuntamente progresistas – identificando algunas cosas con la etiqueta de “signos de identidad cultural”, me echo a temblar.
¿Donde están ahora aquellas miles de jóvenes - todas políticamente incorrectas - que al inicio de los ochenta vi gritar por las calles de Madrid, contra la imposición por el régimen de los Ayatolás, del velo islámico a las mujeres persas con la frase?: ¡Jomeini, cabrito, ponte tú el velito....!
En fin amigo lector, como no sé ya quer pensar, creo que para no perdernos en disquisiciones, ni ofender tampoco ninguna sensibilidad, lo mejor es que sobre todo lo dicho corramos - a partir de ahora - un tupido velo...
J. M. Hidalgo (Reflexiones sobre una noticia)
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