Tal día como hoy 23 de septiembre de 1366, Pedro I de Castilla “el cruel”, el príncipe Eduardo de Lancaster “príncipe Negro”, heredero del trono inglés, y Carlos II “el malo” de Navarra, sellan el acuerdo de Libourne.
Libourne, es un municipio francés, situado en la región de Aquitania, en donde tuvo lugar la firma del acuerdo, por el que Eduardo y Carlos II se comprometían a restablecer en el trono de Castilla a Pedro I a cambio de dinero y territorios.
Pedro “el cruel” se había visto obligado a huir, ante las tropas de Bertrand Du Guesclin, así como por el apoyo que recibió Enrique de Trastámara - pretendiente al trono castellano - por parte del rey aragonés Pedro IV, en vista de lo cual “el cruel” decidió extender la lucha europea de la Guerra de los Cien años a la península Ibérica y por ello solicitó ayuda militar y política, al heredero a la corona inglesa Eduardo de Lancaster “el Príncipe Negro”, llamado así por el color de su armadura.
El pacto de Libourne, político-militar, fue firmado por los reyes de Castilla y Navarra y el senescal de Aquitania - territorio entonces sometido a los ingleses - en representación de la monarquía inglesa, según el cual, el rey navarro recibiría cincuenta y seis mil florines de oro además de Gipuzkoa, Álava y La Rioja, y el inglés, 550.000 florines y una serie de concesiones territoriales a su favor, así como medidas proteccionistas que harían a los mercaderes ingleses unos privilegiados en el ámbito económico castellano.
Enterado de este acuerdo, Enrique de Trastamara – el hermanastro ilegítimo del “Cruel” y aspirante al trono - celebró una entrevista con el navarro Carlos II “el Malo”, en la que se acordó que este se comprometía a cerrar los puertos a cambio de sesenta mil doblas de oro y restituirle, los mismos territorios que había estipulado con Pedro I el Cruel, pacto que fue considerado con “un segundo tratado de Libourne”.
Los acuerdos de Libourne significaron la entrada en Castilla de tropas inglesas y la extensión de la Guerra de los Cien Años en territorio hispano, pues los ingleses proporcionaron tropas - unos 10.000 soldados - al rey legítimo Pedro I para que defendiese su causa, comandados por el propio “Príncipe Negro”.
La entrada de refuerzos, proporcionó a Pedro I una gran victoria sobre su hermanastro en la batalla de Nájera de 1367, pero “el cruel” no cumplió lo pactado con el navarro, por lo que este, retomó otra vez la antigua amistad con Pedro IV y Enrique de Trastámara ya años antes pactada, en los acuerdos de Binéfar en 1363.
No obstante, la peor parte correspondió al Príncipe Negro, que vio su honor, su palabra y los ingresos económicos traicionados por el monarca castellano al no recibir nada de lo prometido.
Abandonado por todos, Pedro I quedó sin más ayuda que la de las escasas tropas de los nobles aún leales, lo que fue una de las causas para que tras la batalla de Montiel de 1369, tuviese lugar la muerte de Pedro I y la entronización de su hermanastro Enrique II “el de las mercedes”, llamado así, por las enormes concesiones que hubo de hacer a los nobles, para poder mantenerse en el trono.
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