El resultado fue la captura del emperador francés Napoleón III junto con su ejército y decidió la guerra en favor de Prusia y sus aliados, si bien la lucha continuó con un nuevo gobierno francés republicano.
El 1 de septiembre de 1870 comenzó la batalla y el ejército francés - dirigido personalmente por el emperador - tras un primer enfrentamiento en que perdió 5.000 hombres y 40 cañones, efectuó su retirada hacia Sedán que fue pronto sitiado.
Las cargas de caballería francesa, comandada por el general Marguerite que murió en una de ellas, no tuvieron más fruto que sumar importantes pérdidas para los franceses.
Al final de la jornada, ya sin esperanzas de romper el asedio, Napoleón III ordenó un alto el fuego: 17.000 franceses habían muerto o caído heridos, y otros 21.000 habían sido capturados, mientras los prusianos tenían poco más de 8.000 bajas entre muertos y heridos.
Al día siguiente, 2 de septiembre, Napoleón III ordenó izar bandera blanca, rindiéndose con todo el Ejército. Fue una impresionante victoria para los prusianos, ya que no sólo habían capturado a todo el ejército francés, sino también a su emperador.
Tras su derrota, Napoleón III fue liberado exiliándose en Gran Bretaña, mientras los prusianos avanzaban hacia París, donde Guillermo I fue proclamado en el Palacio de Versalles, Káiser del nuevo Imperio Alemán.
Emile Zola en su novela “La debacle”, recrea los vanos esfuerzos de algunas tropas francesas por plantar cara a un enemigo que los barrió de forma absoluta, aunque el tono general de la prensa era de repulsa a la guerra y demostración de la miseria y dolor que esta es capaz de provocar.
La palabra “debacle” ha quedado desde entonces como sinónimo de ruina, desastre y destrucción.
Encantado José María de volverte a leer cada mañana
ResponderEliminarBuenos días,
ResponderEliminarLa siguiente debacle, 1940, si cabe aún más humillante.