Tal día como hoy 4 de septiembre de 1886 el jefe indio Gerónimo y su tribu se rinden al ejército norteamericano.
Gerónimo fue un indio apache nacido en 1829 y fallecido en 1909. Cuando tenía treinta años, las tropas mejicanas del gobernador militar de Sonora asesinaron a su mujer, sus tres hijos y a su madre y Gerónimo juró vengarse por lo que junto con Cochise - jefe de los apaches chiricahua- atacaron Sonora, donde dieron muerte a numerosos soldados.
En los años siguientes se sucedieron los ataques a diversas ciudades mexicanas y al morir Cochise, fue proclamado jefe de la tribu, pese a lo cual en 1876 se le obligó a ingresar en una reserva india.
Gerónimo rechazó permanecer en el árido trozo de tierra que se le asignó, escapando a México acompañado de un grupo de guerreros y a partir de entonces se convirtió en una pesadilla para el ejército pues además de sus acciones, arengaba a los indios para que se negasen a vivir como prisioneros.
En 1886 después de una de sus múltiples fugas junto a una treintena de apaches, se dio orden de búsqueda y captura contra él, enviándose 5.000 soldados y ofreciéndose una recompensa de 2.000 dólares.
Gerónimo, acorralado, decidió entregarse en Sierra Madre siendo recluido en la prisión de Fronteras -Sonora- en donde hoy se conservan recuerdos suyos en un museo que lleva su nombre.
Allí permaneció tres años, tras los cuales fue trasladado a una reserva india de Oklahoma, sin que tuviese ocasión de ver de nuevo a su pueblo, ya que los norteamericanos temían que encendiese de nuevo la revuelta.
En sus últimos años de vida, el irreductible Gerónimo era considerado un “indio ejemplar” aceptando órdenes y participando en actos institucionales como la exposición universal de San Louis.
Al final de su vida cayó víctima del alcohol y una noche fue encontrado borracho en un charco de agua, sufriendo una pulmonía fulminante, que la llevó a la muerte dos días más tarde.
Durante la Segunda Guerra Mundial, en un regimiento de paracaidistas estadounidense y en honor al personaje, se hizo norma gritar “Gerónimo” al arrojarse al vacío, habiendo quedado este grito como forma de exaltar la valentía.
Los paracaidistas debían tener en cuenta que, posiblemente, de todos ellos el único auténtico norteamericano era Gerónimo.
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