Me gustaría comentar una noticia que leí hace ya días, y que me sorprendió sobremanera.
Según decía, se había realizado un estudio según el cual, estar durante cinco minutos a solas con una mujer guapa, podía producir daños casi irreparables a nuestra salud.
Como eso estaba escrito en letras gordas, me apresté a leer la noticia entera, no fuera que se tratase de una nueva modalidad de asesina en serie, que usara su belleza para mandar varones al otro barrio, aunque pronto vi que no era tal...
Por lo que se ve, la presencia ante un macho de una hembra de gran calibre, provoca que el organismo de este segregue cortisol en cantidad industrial - la hormona del estrés – la cual produce una revolución en el sujeto poniéndolo como una moto, cosa esta nada extraña porque hay señoras, que solo cruzarse con ellas por la calle, producen idénticos efectos.
Tal hecho - que un servidor estimaba como positivo - se ve que es malísimo para la salud, ya que el cortisol cuando es mucho, hace cisco el corazón, sube la tensión, produce diabetes, ocasiona pérdidas de memorias y no sé cuantas cosas más, todas ellas nefastas.
Al leerlo comprendí porqué hay hombre que pierden la cabeza por las mujeres, y la causa – que hasta ahora yo creía que era debida al palmito de las féminas, y a otras muchas cosas - es culpa en exclusiva del dichoso cortisol de nuestros pecados, nunca mejor dicho en este caso.
El método investigador para averiguar tal cosa, consistió en ubicar a voluntarios – todos hetero sexuales - cerca de una mujer y un hombre, en forma alternativa y - por lo visto – mientras estaban junto al varón nada sucedía, pero al situarse junto a la mujer se le disparaban todas las alarmas y sus niveles de cortisol se ponían por las nubes, lo que – como ya dije - dejaba su organismo hecho unos zorros en solo unos minutos.
Da que pensar que una mujer - solo por ser guapa- pueda llevarte a la tumba, aunque dado que aquí venimos a morir, no creo que este sea un final tan malo, y mientras rumiaba esto, recordé la historia de Nicanor.
Era nuestro hombre un solterón mayor - de posición acomodada - al que nunca se le habían conocido amores estables y, sus sobrinos, hacían ya cálculos sobre la parte de la herencia que – cuando el tío Nicanor estirase la pata – les correspondería.
Un día, la vida de Nicanor se vio alterada, pues sufrió un cólico nefrítico agudo y hubo de ser internado de urgencia en un hospital, en donde permaneció durante dos semanas.
A su vuelta, todos advertieron que algo había cambiado en su forma de actuar. Siempre estaba alegre, se preocupaba mucho más de su aspecto e indumentaria, y salía cada tarde a pasear acicalado y contento, como un mozalbete..
Cuando sus allegados empezaban a elucubrar sobre las causas de tan raro proceder, él mismo les dio a todos la noticia. Se había enamorado locamente de la enfermera que le cuidó durante su enfermedad – bellísima mujer mucho más joven que él - estando ya haciendo planes para una próxima boda.
La noticia cayó como una bomba entre la familia más próxima y tanto su hermano como sus sobrinos, temiendo por el futuro de una herencia segura, se convirtieron en permanentes consejeros de Nicanor intentando - naturalmente por su bien - alejar aquella loca idea de su cabeza.
-Nosotros queremos lo mejor para ti - le repetían - incluso habíamos pensado que debías haberte casado. Pero no podemos estar de acuerdo con la mujer que has elegido. En primer lugar es joven y guapa, y no sería extraño que - una vez casada- pueda engañarte con otro. Debes buscar una mujer de tu edad, modosa, de su casa, que te cuide, poco vistosa... en fin, ya me entiendes.
Nicanor sin replicar nada, cansado del interminable sermón, y enamorado hasta la médula, acabó por contestar a sus consejeros:
Mirad, ¿sabéis lo que os digo...? que a lo mejor tenéis hasta razón, pero aunque llegara a engañarme con otro, yo siempre he tenido claro que más vale un pastel para dos, que una mierda para uno.
Nicanor - que sobrevivió a su joven esposa - murió tras cumplir los noventa, sin que la pérfida hormona le hiciese en apariencia daño alguno, pese a estar padeciendo durante años – según creo en forma intensiva - sus perniciosos efectos...
Por lo dicho - amigo lector – y de ser cierto lo del cortisol y las mujeres guapas, veo con satisfacción que aún existen formas muy deliciosas de morir...
J.M. Hidalgo
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