Tal al día como hoy 10 de mayo del año 70, durante el sitio a la ciudad de Jerusalén, Tito, hijo del emperador Vespasiano, inicia el ataque final contra la tercera muralla.
El sitio de Jerusalén fue un acontecimiento decisivo en la primera guerra judeo-romana, cuando el ejército romano, dirigido por el futuro emperador Tito, sitió y conquistó la ciudad que fue destruida junto a su famoso templo el mismo año de su conquista.
La destrucción del Templo de Jerusalén todavía es lamentada anualmente durante la festividad judía Tisha b'Av, donde se representa el saqueo de Jerusalén y el Templo. Este evento ha sido relatado en detalle por el dirigente judío al servicio de los romanos y, luego, historiador: Flavio Josefo.
Según Flavio Josefo, el acto decisivo que significó la ruptura con Roma fue la decisión de Eleazar ben Hanania, encargado del cuidado del Templo, de no aceptar más el sacrificio cotidiano para el emperador.
Al empezar el año 70, Tito con tres legiones rodeó la ciudad y logró ejercer presión sobre los suministros de alimentos y agua a sus habitantes, al permitir a los peregrinos entrar en la ciudad para celebrar el Pésaj y, luego, negarles la salida.
Los alimentos, el agua y otras provisiones fueron menguando en Jerusalén, pero se consiguió introducir a hurtadillas dichos suministros, burlando a las fuerzas romanas y para poner fin a esta situación, se dieron órdenes para construir un nuevo muro y se reinició la construcción de torres de asedio.
Después de varios intentos fallidos, los romanos lanzaron un ataque nocturno, con el que sorprendieron a los guardias zelotes durmiendo y lograron conquistar el segundo mayor edificio del perímetro defensivo, que era un excelente punto de partida para asaltar el propio Templo.
Aunque destruir el Templo no estaba entre los objetivos de Tito, se declaró un incendio que pronto estuvo fuera de control y el edificio quedó destruido en la fecha conocida como Tisha b'Av, a finales de agosto y las llamas se propagaron a las zonas residenciales de la ciudad.
Las legiones romanas aplastaron rápidamente la resistencia judía y la ciudad estuvo bajo completo control romano para el 7 de septiembre y continuaron persiguiendo a los judíos que habían huido.
Flavio Josefo afirma que 1.110.000 personas murieron durante el asedio, de los cuales la mayoría eran judíos y que 97.000 fueron capturados y esclavizados, mientras muchos huyeron a zonas de todo el Mediterráneo.
Los teólogos judíos atribuyeron la destrucción del Templo y de Jerusalén a un castigo de Dios por el "fundamento del odio" que invadió la sociedad judía en la época.
Tito se negó a aceptar una corona de la victoria decretada por el Senado de Roma, ya que "no hay mérito en derrotar un pueblo abandonado por su propio Dios"
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