Tal día como hoy 31 de mayo de 1252, Sevilla está sumida en duelo por la muerte el día anterior en la ciudad, del rey Fernando III “El Santo”.
Fue rey de Castilla desde 1217, por la muerte de su madre Berenguela y de León desde 1230 por la de su padre Alfonso IX, dándose con su figura por concluido el proceso de unidad política de los reinos de Castilla y León definitivamente.
Esta unidad de ambos reinos, su hegemonía peninsular, el talante conciliador del monarca y las posibilidades de crecimiento territorial, abiertas tras la victoria cristiana de las Navas de Tolosa en 1212, propiciaron un brillante periodo de expansión militar y política por al-Ándalus.
En efecto, Fernando III inició hacia 1224, su participación en los asuntos internos de las diversas taifas andalusíes, fomentando rencillas locales y prestando ayuda a algunos contra otros, lo que le permitió ocupar Andújar y Martos en 1225 y Baeza al año siguiente.
Al agravarse la descomposición política de los musulmanes en la Península, Fernando comenzó a recibir vasallaje y sometimiento de los diferentes taifas, pero también de mudéjares andaluces y líderes de poblaciones rurales, que firman pactos con el rey de Castilla.
Su objetivo era controlar las fortalezas y núcleos urbanos más importantes de la región mediante pactos jurídicos - pleitesías- con las autoridades que conservan así su libertad, su cultura islámica andalusí y sus propiedades rústicas, sin recurrir para ello a las armas.
A partir de 1240, inicia la segunda fase cuyo objetivo es la conquista de Sevilla y el sometimiento del bajo Guadalquivir, para lo cual firmó el llamado “pacto de Jaén” por el que consigue Arjona y Jaén y el vasallaje y sincera amistad de Muhammad I rey de Granada, que acude a su corte.
En 1248 ocupa Sevilla culminando así la etapa de las grandes conquistas por el Valle del Guadalquivir, completada con el dominio feudal - aunque más nominal que efectivo - sobre los reinos taifas hasta el mismo Estrecho de Gibraltar.
Ningún rey hispánico anterior había reinado sobre un territorio tan amplio, especialmente en al-Ándalus, siendo por ello admirado en toda Europa relacionándose con Luis IX de Francia, con Federico II emperador de Alemania y Enrique III de Inglaterra, entre otros.
El 30 de mayo de 1252, en su lecho de muerte, Fernando hace saber a su hijo y sucesor Alfonso X “El sabio”: "Fijo, señor te dexo de toda la tierra de la mar acá que los moros del rey don Rodrigo de Espanna ganado ovieron; et en tu sennorío finca toda, la una conquerida, la otra tributada"
Para honrar a su amigo muerto el rey, Muhammad I de Granada determinó que cien nobles partieran desde Granada hacia Sevilla con un cirio cada uno, repitiendo esta ceremonia en cada aniversario.
Aunque dejó dicho ser enterrado sin pompa alguna, su hijo ordenó realizar un mausoleo revestido de plata, y la efigie que le representaba, recubierta de metales y piedras preciosas, contraviniendo así el deseo de su padre.
Fernando III sería, en vida y después de su muerte, un monarca muy querido por su pueblo y por los andaluces cristianos del Valle del Guadalquivir, que él mismo había conquistado y repoblado.
Con fama de hombre honesto, justo, tolerante y santo, la Iglesia católica le elevó a los altares en 1671.
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