jueves, 25 de octubre de 2018

Isabel II, una reina de sexualidad desatada

Tal día como hoy 24 de octubre de 1833, en Madrid - a los tres años de edad - es proclamada reina Isabel II.

Al ser menor, su madre ejerció la regencia y el hermano del rey - Carlos María Isidro - basándose en la Ley Sálica que impedía reinar a las mujeres, se negó a reconocerla lo que provocó la primera Guerra Carlista.

Los liberales apoyaron los derechos de Isabel, pues veían la posibilidad de una evolución constitucional de la monarquía y la guerra, que duró seis años, concluyó consolidando a Isabel en el trono tras el “Acuerdo de Vergara”.

En noviembre de 1843 las Cortes declararon mayor de edad a la reina, que poco después tomó posesión del trono y juró la Constitución con trece años y sin ninguna experiencia.

Isabel II era una mujer de escasas dotes intelectuales y las cartas conservadas en la Academia de la Historia muestran su poco discernimiento y su simpleza de espíritu, tras recibir una nefasta educación, que incluía religión, piano y labores, pero sin disciplinas humanísticas ni políticas.

Se vio involucrada desde niña en mezquinas intrigas cortesanas, que influyeron en que se mostrara siempre dispuesta a vulgares conspiraciones de salón.

En lo político, la continua inestabilidad y sucesivas crisis de gobierno fueron notas dominantes, pues casi sesenta gobiernos se sucedieron en el poder y el último – ultraconservador - facilitó la reacción que desencadenó la Revolución de 1868 y la crisis final de la monarquía.

Se casó con don Francisco de Asís de Borbón, que era homosexual, hecho que contrastaba con la escandalosa afición de Isabel por los hombres y sus once partos, de forma que desde la boda, los esposos se profesaron gran antipatía que condujo a continuas separaciones.

Por la cama real pasaron distintos favoritos, aunque no se puede asegurar que fueran todos los que popularmente se decían, pero su escandalosa vida amorosa y la influencia de personajes como sor Patrocinio -”la monja de las llagas”- que con sus “raptos diabólicos” labraron el descrédito de la monarquía isabelina.

La revolución de 1868 se inició en septiembre en la escuadra de Cádiz, encabezando el general Serrano a los rebeldes, mientras la reina huyó a Francia y fue proclamada la I República Española.

Hubo, sin embargo, avances como reformas administrativas, la educativa con tímidos avances y la mejora de infraestructuras, al construirse la red de ferrocarriles o la creación de sistemas de abastecimiento de aguas a las ciudades y supuso una apertura de España a nuevos aires intelectuales de Europa, tras el vergonzoso reinado de su padre Fernando VII.

Por Madrid corrieron estos versos a modo de epitafio para el rey consorte, en el periódico satírico “Gil Blas” sobre las infidelidades de la reina: “Un marido complaciente / Yace en esta tumba fría, / Del cual afirma la gente / Que nunca estuvo al corriente / De los hijos que tenía”.


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