martes, 16 de octubre de 2018

Ramón María Narvaez, “El espadón de Loja”

Tal día como hoy 16 de octubre de 1838, el Brigadier Narváez entra en Madrid, tras “limpiar” La Mancha de tropas carlistas.

Con esta derrota, el Carlismo pierde la iniciativa comenzando su declive hacia el fin, que culminará con la derrota total en 1840, cuando sea eliminada toda resistencia carlista en Cataluña.

Conocido en su época como “El Espadón de Loja”, Ramón María Narváez fue un clásico militar del siglo XIX, caracterizado por su "mano dura", y su política autoritaria dentro del reinado de Isabel II.

Se caracterizó por una falta total de pensamiento político y de ideología concreta, por lo que será un personaje contradictorio entre sus discursos y la praxis política cotidiana.

Durante la primera guerra carlista se distinguió como uno de los mejores jefes del ejército cristino, siendo ascendido a brigadier en 1836 y elegido dos años más tarde por primera vez diputado a Cortes.

Por causa del escalafón militar, se enemistó con el general Espartero, convirtiéndose él en líder del partido moderado y Espartero en el símbolo de los progresistas.

En noviembre de 1843 Narváez fue víctima de un atentado en Madrid, en el que murió su ayudante aunque resultó ileso y en mayo de 1844, la reina le encargó la jefatura del Gabinete, reservándose para él la cartera de Guerra.

A raíz de los acontecimientos revolucionarios de 1848 endureció aún más su actitud, alineándose con los moderados extremistas y cuando murió, en abril de 1868, su muerte dio paso al clima de conspiración contra Isabel II, que desembocaría en la Revolución de Septiembre de 1868.

Como conclusión al personaje, podemos usar que decía de él un cronista coetáneo:

"Narváez tenía una especial actitud para presidir los Consejos de Ministros, manteniendo en ellos una especie de solemnidad grave...Algunas veces su naturaleza de andaluz predominaba en él, y sin poderlo remediar lanzaba un chiste o una frase ingeniosa..., más elocuente y más decisiva en ocasiones que el mejor discurso...D. Ramón Narváez...era, no obstante, suspicaz y desconfiado hasta un punto que no podré nunca suficientemente expresar." 

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