Tal día como hoy 1 de octubre de 1936, el catalán Enrique Plá y Deniel, obispo de Salamanca, firma una pastoral en la que la Iglesia de España declara “cruzada” el movimiento nacional.
El día anterior había sido elegido Franco, Jefe del Estado y Generalísimo de los Ejércitos por los generales de máximo prestigio reunidos en Salamanca, que tras cierta deliberación, acordaron encomendarle las supremas funciones del poder político y militar.
El presidente de la Junta de Defensa, general Miguel Cabanellas, defendía la tesis del mando colegiado y fue el general Kidelán, quien en realidad aseguró la designación de Franco, urgiendo la convocatoria de los jefes que debían decidir.
La propuesta fue aceptada por todos excepto por Cabanellas y con las reticencias por parte de Mola, votando por él los generales: Orgaz, Queipo de Llano, Yuste, Mola, Dávila y Kindelán y dos coroneles, salvo el general Cabanellas, por lo que fue nombrado por todos los miembros de la Junta de Burgos, a excepción del presidente.
Al parecer Cabanellas comentaría a la Junta tras la elección: “Ustedes no saben lo que han hecho porque no lo conocen como yo, que lo tuve a mis órdenes en África como jefe de una de las unidades; y si, como quieren va a dársele en estos momentos España, va a creerse que es suya y no dejará que nadie le sustituya en la guerra, ni después de ella, hasta la muerte.”
El primero de octubre, Franco prestó juramento en Burgos asumiendo acto seguido “todos los poderes del nuevo Estado” y al día siguiente, los medios de comunicación franquistas daban la noticia de que había sido investido "jefe de Estado", firmando su primera orden como tal.
El nombramiento de Franco ha suscitado, ciertas discrepancias respecto de la tesis oficial, pues en el primer proyecto de Kindelán, figuraba un artículo por el cual se establecía que la jerarquía de “Generalísimo” llevaría anexa la jefatura del Estado “mientras dure la guerra”, aunque en el Decreto publicado después en el Boletín Oficial, no se fijó plazo alguno.
Una vez nombrado, comenzó el culto a su personalidad, con una campaña de propaganda estilo fascista, de carteles con su efigie, periódicos encabezados con: “Una Patria, un Estado, un Caudillo” y- al igual que Mussolini - se denominó “Caudillo”, siendo siempre aclamado en sus discursos y actos públicos con los gritos; “¡Franco!, ¡Franco!, ¡Franco!”.
Enseguida surgieron sus primeros hagiógrafos calificándolo de “Cruzado de Occidente, Príncipe de los Ejércitos o Mejor estratega del siglo”, repitiendo sus citas, ocurrencias y discursos en todos los medios de comunicación.
Franco envió telegramas a Hitler, Mussolini y Rudolf Hess, comunicándoles su proclamación y el 3 de octubre se trasladó a Salamanca ocupando el palacio Episcopal que le ofreció el obispo Plá y Deniel diciendo: “Pronto estaré oyendo misa en Madrid” y a partir de entonces, dispuso siempre de un confesor personal.
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