sábado, 17 de noviembre de 2018

Cuando Miguel de Cervantes fue recaudador de Alcabalas

Tal día como hoy 17 Noviembre de 1594 llega a Málaga, Miguel de Cervantes Saavedra, para ocupar el puesto de recaudador de Alcabalas de Archidona y Vélez-Málaga.

Poco antes, en el verano de 1594, había llegado a la comarca de Baza un “juez ejecutor por Su Majestad en virtud de una real provisión librada de los señores de Contaduría Mayor de Hacienda”, o lo que es lo mismo, un recaudador de Hacienda, que era muy especial.

Era un hombre de 46 años, había sido soldado y tenía en mucho orgullo haber luchado contra los turcos con 24 años, en la gran batalla de Lepanto de la que salió tullido en la mano izquierda, habiendo estado cautivo en Argel durante 5 años, siendo además hombre de números y también de letras, con algunos escritos publicados sin mucha difusión.

Sus amistades de la corte, le consiguieron la designación de cobrador de impuestos atrasados del Reino de Granada y el 13 de agosto de 1594, en nombre de Felipe II, se le nombró recaudador con la encomienda de; “se le manda ir luego con vara alta de justicia a exigir las cantidades que adeudan varios pueblos del reino de Granada, expresadas en partidas distintas hasta el total de dos millones quinientos cincuenta y siete mil veinte y nueve maravedís”.

Su labor era la recaudación de impuestos atrasados: tercias y alcabalas, pero en Baza se enfrentó a los problemas propios de su siglo: la caótica burocracia del imperio y la picaresca de los españoles, poco amigos de pagar impuestos, pues los abundantes caciques, nobles y hacendistas de la zona, hicieron valer sus influencias en la corte para evadir sus obligaciones fiscales, llegando a disminuir la recaudación prevista de más de tres millones de maravedís, hasta 83.713.

El camino del recaudador le llevaría el 16 de noviembre de ese mismo año a Málaga, desde donde escribe al rey Felipe II para informar, entre otras cosas que “de lo recaudado en Baza, Guadix, Agüela de Granada y Loja remitiría pólizas seguras a Madrid”.

Partió luego para Sevilla, pero antes de hacerlo, ingresó las sumas recaudadas en el Reino de Granada en el banco de Simón Freire, aunque al poco tiempo el banco quebró y el banquero Freire huyó con los dineros del Rey.

La investigación sobre este hecho, descubrió un descuadre en la Real Hacienda y el Rey mandó llamar a Cervantes a Madrid para que explicara lo sucedido, pero un juez sevillano interpretó en esta orden que el ladrón había sido él, y lo mandó encarcelar en la prisión de la calle Sierpes de Sevilla, extendiéndose la investigación hasta el año 1603, fecha en que fue excarcelado, acudiendo entonces a la corte donde logró aclararlo todo.

El tiempo que pasó en la cárcel, por los problemas derivados de su misión en el Reino de Granada, le sirvió a Miguel de Cervantes, para desarrollar la obra más admirada de la historia de España. “se engendró en una cárcel, donde toda incomodidad tiene su asiento, y donde todo triste ruido hace su habitación”.

En 1605, once años después de sus andanzas como recaudador, Don Miguel, publicó el libro que había pergeñado en la prisión de Sevilla: El ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha.

La cárcel sirvió en este caso como partera, de la más genial de las obras escrita en castellano.

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