Paracuellos, es un cementerio en el que hay lápidas con nombres y fechas, pero son simbólicas, pues las lápidas y nombres que pusieron los familiares, están guiadas por el lugar y la fecha, que corresponde a la cronología de los asesinatos que se pudo reconstruir al final de la guerra.
La primera fosa, al final de la avenida que se inicia en la actual entrada principal, corresponde a los asesinados la mañana del 7 de noviembre de 1936, donde fueron fusilados los primeros evacuados de las cárceles de San Anton y Porlier, unos 89 presos, la mayoría militares, sin juicio ni condena por ningún tribunal.
Se llevó a las víctimas en autobuses de línea, escoltadas por camiones y vehículos con milicianos y les hicieron bajar en grupos de 10 a 25, atados de dos en dos y caminar hasta el cerro de San Miguel, donde les fusilaron los milicianos y la siguiente saca sería esa misma tarde, de la cárcel Modelo.
Cuando llegaron los presos de la Modelo aún no había dado tiempo a enterrar a los anteriormente fusilados y los nuevos "evacuados", vivieron una aterradora escena, antes de ser ejecutados. Una vez fusilados, se abrió una segunda zanja unos metros más adelante, para evitar que al llegar sucesivamente contemplaran el macabro espectáculo de los asesinados anteriormente.
El día 8 sacaron presos de las cárceles Modelo y Porlier y como el macabro escenario seguía sin resolverse, decidieron desviar a los "evacuados" a otro lugar, - el Soto de la Aldovea en Torrejón de Ardoz - donde se conocía una acequia en desuso, que pareció ideal para solucionar el problema y unos 400 presos fueron asesinados allí el día 8 .
El cónsul de Noruega, Félix Schlayer, supo de las evacuaciones de presos y exigió aclaraciones a las autoridades de Madrid y políticos republicanos como José Giral y Manuel de Irujo exigieron respuestas alarmados ante la situación.
El más determinado a acabar con las matanzas fue, sin embargo, el anarquista Melchor Rodríguez, “el Ángel Rojo” que intervino ante el ministro de Justicia, para hacerse cargo de las prisiones y fue nombrado delegado especial de la Dirección General de Prisiones.
Bajo su protección las sacas cesaron, pues fue destituido, por considerar que había sido nombrado sin el beneplácito del Gobierno y la Dirección General de Seguridad, que dependía de Santiago Carrillo a través de su cargo, se hizo de nuevo con la situación, reanudando los fusilamientos.
La matanza de Paracuellos, fue quizás el operativo más sistemático de ejecución en masa durante la Guerra Civil, pero la tragedia, por desgracia, no se limitó a esto ya que se sumaron otras tantas como la de Badajoz, perpetrada por los nacionales en la que fueron fusilados unos 2.000 milicianos o las otras sacas que se produjeron antes de Paracuellos, en las cárceles de Madrid con destino a Alcalá de Henares.
Este capítulo tan bochornoso de la Historia de España, aún se cerraría con la terrible represión por parte de los vencedores franquistas, en los años posteriores de posguerra.
En pocos artículos sobre la guerra civil se hace un comentario como éste, aludiendo a los horrorosos acontecimientos en ambos lados.
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