Tal día como hoy 24 de noviembre de 1505, se firma la "Concordia de Salamanca", por la que Fernando el Católico pasa a ser el regente de Castilla y Felipe I el Hermoso y su esposa Juana son nombrados reyes.
En el testamento de Isabel la Católica, figuraba como sucesora la princesa Juana, por lo que su padre Fernando II de Aragón debía entronizarla en Castilla luego de la muerte de Isabel, acaecida el 26 de noviembre de 1504 en Valladolid, quedando Fernando como gobernador del reino.
Sin embargo, el esposo de Juana, el archiduque Felipe “el Hermoso”, no estuvo dispuesto a renunciar al poder que reclamaba en Castilla por su matrimonio y debido a esta situación, Fernando y Felipe hubieron de firma la Concordia de Salamanca, en la que se acordó que “el Hermoso” sería nombrado rey junto con Juana, siguiendo Fernando como gobernador.
Pero poco después de que el matrimonio llegase a la Península Ibérica, se generó de nuevo una disputa entre Felipe - al que apoyaba la nobleza castellana, cuyo objeto era socavar el poder real - y Fernando el católico.
Buscando llegar a una avenencia, se reunieron de nuevo, solucionando el contencioso con la firma de la "Concordia de Villafáfila", en 1506 , en la cuál Fernando se retiraba a Aragón, y Felipe era proclamado rey con el nombre de Felipe I.
Mediante este acuerdo se reconoció la incapacidad de la reina Juana para reinar debido a su enajenación mental y Felipe el Hermoso quedaba como único rey de Castilla; mientras que Fernando el Católico, que hasta entonces venía gobernando Castilla en virtud de lo indicado en el testamento de Isabel la Católica se retiraba a sus reinos de Aragón.
Este compromiso evitó posiblemente una guerra civil en la Castilla de principios del siglo XVI, y fue el último tratado internacional firmado entre las coronas de Castilla y de Aragón, como estados independientes.
Sin embargo la vigencia del acuerdo fue breve, pues debido a la muerte súbita de Felipe el 25 de septiembre de 1506, Fernando volvió a asumir gobierno de Castilla como regente de su hija Juana, pues su hijo - el futuro Carlos I- tenía tan solo cinco años de edad.
Desde sus mismos orígenes, España siempre ha estado a punto de romperse de nuevo.
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