También conocido como "abad Escarré", fue un religioso español benedictino, nacionalista catalán, opositor al régimen franquista que está en la historia civil y eclesial de Cataluña gracias sobre todo a sus declaraciones a “Le Monde” en defensa de la Iglesia, los derechos de la nación catalana y contra la dictadura militar de Francisco Franco.
Al iniciarse la guerra civil, Escarré huyó a Italia ayudado por la Generalidad, siendo uno de los primeros monjes en regresar al monasterio en 1939, nombrándose a sí mismo prior, con el fin de evitar que se enviara un responsable eclesiástico desde Salamanca.
Renovó por completo la comunidad de monjes, enviando a algunos de ellos a estudiar al extranjero y potenciando el estudio de los textos litúrgicos, siendo uno de los principales impulsores de las obras de ampliación de la abadía y santuario de Montserrat, iniciando también las homilías en catalán.
Aunque sus relaciones con Franco en principio fueron buenas, ya que era uno de los pocos que tuteaba al dictador e incluso se barajó la posibilidad de que fuese abad del Valle de los Caidos, Escarré evolucionó hacia una postura crítica con el régimen, que culminó con unas declaraciones en 1963 al periódico francés Le Monde en las que criticaba abiertamente la política del Estado.
El 14 de noviembre de 1963 fue entrevistado por el corresponsal de Le Monde y en ella consideró a la España católica de Franco, como “un estado que no obedece los principios básicos del cristianismo”, pidiendo el fin del clima de guerra civil; que el pueblo pudiera elegir su gobierno, garantizar la libertad de prensa y defender la lengua catalana.
Estas declaraciones tuvieron gran eco internacional y también, en Cataluña y España al actuar de portavoz de los sectores católicos que querían una Cataluña democrática y en libertad, y una Iglesia fiel al espíritu del Concilio Vaticano II en favor de los derechos humanos y de los regímenes democráticos.
Tras fuertes presiones políticas, Escarré se vio obligado a abandonar el país y exiliarse de nuevo a Italia en 1965, renunciando al cargo de abad de Montserrat y regresando a Barcelona enfermo de gravedad donde murió en 1968, convertido en un símbolo popular.
“La situación en Catalunya y en España sigue siendo controvertida cincuenta años después en algunos de estos aspectos. Amplios sectores católicos y políticos siguen reivindicando los derechos nacionales de Catalunya por las vías pacífica y democrática. Como contraste, herederos del franquismo atizan conflictos lingüísticos y aún honran la División Azul que luchó con Hitler. Y la Iglesia no puede cerrarse en las sacristías porque debe defender donde sea los derechos de las personas y de los pueblos según la Pacem in terris, la Doctrina Social de la Iglesia, los documentos del Vaticano II y del Concilio Tarraconense, y la pastoral “Raíces cristianas de Catalunya” ( Parte de las declaraciones de Escarré a “Le Monde”)
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