Tal día como hoy 6 de noviembre de 1917, comenzó la Revolución Rusa, tras la lucha entre los bolcheviques insurrectos y las tropas zaristas. La contienda condujo al derrocamiento del régimen monárquico, así como la instauración del Leninismo. Ambos sucesos dieron como resultado la creación de la República Socialista Federativa Soviética de Rusia.
Las continuas derrotas contra el ejército alemán, la muerte de jóvenes soldados en la guerra y las grandes desigualdades entre nobles y trabajadores hicieron que el pueblo se rebelara contra el gobierno y la monarquía de los zares.
Después de organizar las primeras huelgas en febrero de 1917 y conseguir que el zar Nicolás II abdicara, los obreros y campesinos se organizaron en soviets, asambleas populares que acabaron politizándose y que ocuparon puestos estratégicos, y asaltaron el gobierno para tomar el poder.
Nicolás II fue el último monarca de la dinastía de los Romanov, una familia que había gobernado el Imperio Ruso durante más de 300 años. Él mismo reconoció que no estaba preparado para gobernar y fue incapaz de afrontar la grave situación política del país.
La zarina Alejandra, su mujer, tenía muy mala fama entre los rusos por ser de origen alemán y Rusia estaba perdiendo la Primera Guerra Mundial contra Alemania. El zar y su familia fueron asesinados por un grupo de revolucionarios en julio de 1918.
Kérenski, fue el líder del gobierno provisional que surgió después de que Nicolás II abdicara por las protestas de febrero de 1917, que gobernó de forma pacífica: mantuvo al margen la familia real, no persiguió a la nobleza y permitió el retorno de algunos exiliados políticos, pero la situación en Rusia no mejoró y seguía habiendo desigualdades, pobreza y miseria. Kérenski se negó a retirar a Rusia de la Primera Guerra Mundial y eso hizo que perdiera el apoyo de la población y del ejército bolchevique y tuvo que huir de Rusia para salvar su vida.
Entre las personas que regresaron a Rusia después de la Revolución de Febrero de 1917 estaba Vladimir Lenin, intelectual y revolucionario. Después de ser encarcelado durante tres años en Siberia, Lenin se había exiliado en Suiza por sus ideas, consistentes en un sistema político sin privilegios para la nobleza, en el que no existía la propiedad privada y donde todos los medios de producción pertenecieran al pueblo.
Lenin lideró la Revolución de Octubre y creó el Partido Bolchevique, y junto a él estaba León Trotski, otro intelectual y revolucionario comunista que también había tenido que escapar del régimen de los zares.
Lenin se convirtió en el primer dirigente de la Unión Soviética y el nombre de la antigua capital, San Petersburgo, se cambió por otro en su honor: Leningrado. Después de la muerte de Lenin en 1924, Stalin se convirtió en su sucesor, como líder del Partido Comunista que gobernaba en la nueva Unión Soviética.
Stalin también había sido un exiliado del régimen de los zares y regresó a Rusia después de que Nicolás II abdicara. Participó en el golpe de estado para derrocar el gobierno provisional de Kérenski, que dio lugar a la Revolución de Octubre. Durante la Guerra Civil que siguió a la revolución, Stalin fue uno de los principales comandantes del Ejército Rojo, que luchaban contra los contrarios a la revolución.
Stalin no toleraba ningún tipo de oposición a su gobierno, ordenó perseguir y asesinar a cualquiera que se atreviera a disentir de su forma de actuar - como León Trotski, a quien ordenó asesinar cuando estaba exiliado en México-.
Carlos Marx, filósofo, economista y revolucionario alemán murió en 1883, mucho antes de la Revolución Rusa, pero su obra inspiró el levantamiento del pueblo ruso y junto a Friedrich Engels, se le considera el padre teórico del socialismo marxista y del comunismo, que tanto influyeron en los bolcheviques.
En su obra, Marx reflexiona sobre las desigualdades sociales, el valor del trabajo y cómo la desaparición de las clases podría ayudar a alcanzar un sistema más justo e igualitario. La llamada “dictadura del proletariado” podría eliminar la propiedad privada e instaurar un sistema comunista en el que los trabajadores compartan el poder.
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