Tal día como hoy 9 de noviembre de 1918, en Alemania, el Kaíser Guillermo II abdica la Corona tras la derrota de su país en la Primera Guerra Mundial y se proclama la República de Weimar.
La abdicación del Kaiser Guillermo II, el fin de la guerra y la desaparición del II Reich desembocaron en la creación de la República de Weimar -denominada así por la localidad donde se instituyó – que duraría 15 años que transcurrieron en su mayor parte bajo constantes tensiones económicas, sociales y políticas.
La República, proclamada en Weimar, era una de las más progresistas de la época, ya que establecía un parlamento bi cameral y un régimen federal presidencialista, con un presidente, elegido por sufragio universal, dotado de especiales poderes para gobernar por decretos, en casos de emergencia.
La Constitución sancionaba, por otra parte, una serie de libertades y derechos de carácter social y económico que constituyeron un claro precedente del llamado “Estado de bienestar”.
La República de Weimar, se enfrentó a serias dificultades que finalmente precipitaron su desaparición en 1933, siendo la primera de ellas la frágil base política sobre la que se fundó, con socialdemócratas, apoyados por los liberales y el centro católico, en tanto que la izquierda -comunistas- y extrema derecha - nazis - la atacaron desde posturas enfrentadas.
La segunda dificultad, fue la cuestión de las indemnizaciones que Alemania estaba obligada a pagar a los vencedores de la Gran Guerra, cuya interrupción, dio lugar a la invasión de la cuenca del Ruhr por un ejército franco-belga y ricos territorios en yacimientos minerales y muy industrializados pasaron a manos de los vencedores.
La tercera dificultad, fue su incapacidad para granjearse el apoyo de los ciudadanos ya que su política industrialista le sustrajo las simpatías de los sectores agrícolas, mientras las clases medias, perjudicadas por el bache económico de la posguerra y la crisis de 1929, también le volvieron la espalda.
Un sector de la clase obrera radical, representada por el Partido Comunista, acusó a los gobiernos republicanos, de defender exclusivamente los intereses de la burguesía y protagonizó una revolución comunista en Berlín, en enero de 1919, capitaneada por Rosa Luxemburgo - teórica marxista y revolucionaria de origen polaco - que tras su fracaso, fue detenida y asesinada.
A partir de entonces, la República se “derechizó” y cada vez fue más tolerante con los sectores nazis, permitiendo actuar con relativa impunidad a las milicias paramilitares de las SA y las SS hitlerianas.
Finalmente, el crac de 1929 y la consiguiente Gran Depresión, destruyeron el escaso prestigio que gozaba la institución republicana. El desempleo se cebó en amplios sectores de la sociedad, alcanzando la cifra de los casi 8 millones de parados en 1931 y en enero de 1933 Hindenburg nombró canciller a Hitler, que poco tiempo después suprimió la democracia y con ello la República de Weimar.
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