viernes, 3 de enero de 2020

Carta a los Reyes Magos


Queridos Reyes Magos:

Hace ya mucho tiempo que no os escribo, porque dicen que eso solo lo deben hacer los niños, sin embargo como los momentos más felices de mi vida fueron de la época en que me dirigía a vosotros, hoy lo hago otra vez.

No es para pediros nada material, aunque lo que os pido es posible que ni vosotros - que todo lo podéis al ser mágicos - tampoco consigáis lograr.

En primer lugar quiero comentaros algo que seguro ya sabéis, y es que tenéis un competidor desleal que ha invadido vuestro espacio y viene desde el polo con un trineo... Yo no sé si estáis afiliados a algún sindicato, lo digo por si podéis denunciarlo por intrusismo, aunque tal y como están últimamente los sindicatos, es posible que no prospere mucho vuestra queja.

Este año pasado fui bueno, todo lo bueno que las circunstancias permiten, porque hay cosas que me encienden y que – como uno es un descreído – no entiende como no se han arreglado desde que vinisteis por primera vez.

Veréis, la Nochebuena y la Nochevieja la pasamos en casa como siempre, pero sé que hay muchas familias que apenas tienen para comer, y estos días lo celebran en un comedor comunitario en donde - con suerte - les dan algo caliente.

Es por la crisis - ya sabéis – aunque me consta que también la estáis padeciendo y que este año vuestros camellos vienen mucho menos cargados que otras veces.

Sin embargo Majestades, la crisis no es para todos, fijaros que en los días previos a la Nochevieja, no había ni una sola plaza libre en los hoteles del Pirineo y ninguno de ellos – que yo sepa - es de la beneficencia, y en las casas de turismo rural - que son esos sitios en donde pagas por estar entre boñigas de vaca - hacía ya más de quince días que no admitían reservas.

En cuando a las cenas de esa noche, ¡que fantástico es ver a la familia reunida alrededor de una mesa...! Pues veréis, en un afamado restaurante, la encargada de reservas declaró por televisión que no tenían ni una mesa libre, y añadió que con un menú de nueve platos que daban, una familia, podía gastarse once mil euros esa noche...

Si, habéis leído bien, once mil euros en una cena familiar, dinero con los que muchas  familias viven durante todo un año y algunas con bastante menos...

¿Que cosas comerán para que cueste tanto..?, ¿Veis porque os digo que algo falla desde hace ya miles de años...?

Las campanadas fueron bien. Con cada una de ellas tuve un recuerdo distinto. Me acordé de la subida del agua, del gas, de la luz, de la gasolina, del autobús, de la comida, del tren, de los impuestos... No os quiero cansar, solo deciros que cuando se me acabaron las uvas, aún no había terminado de contar las subidas...

Pero también hay cosas que han bajado o se han mantenido, no creáis. Estas han sido las pensiones y el salario mínimó, así que como veis, todo está muy bien compensado.

Bueno Majestades, no quiero abusar de vuestro tiempo porque sé que tendréis que leer aún miles de cartas, así que solo deciros que os dejaré los zapatos en el balcón, junto con los de mis nietos y con su misma ilusión. No hay problema en que os confundáis...

Ya sabéis, no quiero regalos ni cosas así. Me gustaría que – de tener alguna influencia – traigáis un poco de cordura, de tolerancia, de solidaridad y de respeto para repartir entre todos nosotros, porque aquí cada día estamos peor de todo eso.

Perdonad que insista...pero - por favor - haced sitio en los camellos para lo que os pido porque, de verdad, de verdad, que nos hace muchísima falta.

¡ Ah...! y al marcharos, como vais de vacío, podíais llevaros de paso, unos cuantos políticos, de los que tenemos miles, que nos prometieron el oro y el moro y, por el momento, solo nos han traído el moro.

Aunque no sirven absolutamente para nada, tal vez los podíais usar, para limpiar el estiércol de los camellos.

Recibid un cariñoso abrazo de este niño grande, que aún conserva su corazón de niño.
              
 J.M. Hidalgo

                                                                       

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