Tal día como hoy 18 de enero de 1919,
comienza oficialmente, la Conferencia de Paz de París
El 18 de enero de 1919 comenzó la
Conferencia de Paz de París en la que los países aliados, que
habían salido vencedores en la Gran Guerra, establecieron las
condiciones por las que aceptaban la rendición de las potencias
centrales.
Aunque los combates habían cesado y ya
se habían firmado armisticios con todas las partes rivales, la
conferencia tuvo que esperar a que el primer ministro británico,
David Lloyd, hubiese reafirmado su puesto en unas elecciones.
Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia
e Italia habían salido victoriosos de la Primera Guerra Mundial y,
una vez establecidos como los ‘Cuatro Grandes’ -así se les
llamó-, expusieron las condiciones por las que aceptarían la
rendición de sus enemigos y configurarían la situación
político-territorial de los años venideros.
Japón, que también era considerado
como un país vencedor, formó parte de la conferencia aunque solo
parcialmente ya que el ministro japonés Saionji Kimmochi no quiso
entrar en asuntos que no concernieran a Japón.
Se constituyó un Consejo Supremo, que
tomaría las decisiones más importantes y un Consejo Supremo
Económico, que determinaría las medida económicas que deberían
tomar para alcanzar la paz definitiva.
Además había comisiones
especializadas en la resolución de otros problemas particulares,
entre los que se destacaría la creación de una Sociedad de Naciones,
en la que se pudieran tratar los problemas internacionales y evitar
un nuevo conflicto a gran escala.
La Conferencia, llevó a la firma de
numerosos tratados en los que unos países derrotados afrontaron
condiciones más o menos abusivas, que marcaron el ritmo de su
economía en los años siguientes.
Además de la desaparición del Imperio
Austro-Húngaro y el Imperio Otomano, las condiciones más duras se
las impuso Francia a Alemania. Con un tono claramente revanchista por
su derrota en la Guerra Franco-Prusiana (1870-1871), el Tratado de
Versalles del 28 de abril establecía las nuevas fronteras alemanas
-en favor de Francia y Polonia-, imponía una cuantiosa multa y
frenaba cualquier intento de rearme por parte del país
centroeuropeo.
La situación provocada por estas
sanciones daría a Adolf Hitler y el nacionalsocialismo alemán, el
caldo de cultivo necesario, para conducir a Alemania a la Segunda
Guerra Mundial.
Muy Historia
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