viernes, 10 de enero de 2020

Manuel Azaña, el último presidente de la Segunda República

Tal día como hoy, 10 de enero de 1880, nació en Alcalá de Henares -Madrid-, Manuel Azaña, quien sería abogado, escritor y último presidente de la Segunda República antes de la guerra.

Miembro de una familia acomodada, se trasladó a Madrid para realizar sus estudios de Derecho en la capital, pero comenzó a trabajar como periodista y colaborador en revistas literarias para dar rienda suelta a su verdadera vocación, la escritura.

En 1926 ganaría el Premio Nacional de Literatura y publicaría tanto novelas (El jardín de los frailes) como obras dramáticas (La velada en Benicarló).

Siendo considerado un verdadero intelectual y uno de los mejores oradores de su tiempo, Azaña entró en política en el Partido Reformista pero acabó fundando Acción Republicana y, más tarde, Izquierda Republicana. 

Desde la proclamación de la Segunda República, Azaña fue ministro de la Guerra, dos veces presidente del Gobierno y presidente de la República desde el 11 de mayo de 1936 hasta el golpe de Estado militar de julio de ese año y el estallido de la Guerra Civil.

Azaña se fue quedando progresivamente aislado, sin capacidad para mantener la unidad y el orden en el bando republicano, ante el radicalismo y los conflictos internos de las organizaciones obreras; las fuerzas golpistas, en contraste, centralizaron de inmediato el mando en la figura del general Francisco Franco.

Refugiado en su papel de intelectual, se permitió reflexionar sobre la guerra en La velada en Benicarló (1937); y defendió la conveniencia de acelerar un final negociado de la contienda, ante la perspectiva inexorable de la derrota, lo cual le enfrentó con Juan Negrín.

Para Azaña, el futuro del país era indivisible: "Y entonces se comprobará una vez más lo que nunca debió ser desconocido por los que lo desconocieron: que todos somos hijos del mismo sol y tributarios del mismo arroyo".

Azaña veía en la patria "una libertad, fundiendo en ella, no solo los elementos materiales de territorio, de energía física o de riqueza, sino todo el patrimonio moral acumulado por los españoles en veinte siglos y que constituye el título grandioso de nuestra civilización en el mundo".

Perdida la guerra, se exilió en Francia y renunció a la presidencia en 1939, presentando su renuncia y abandonando España hacia el exilio, permaneciendo en Francia hasta su muerte en noviembre de 1940.
 
 Muy Historia

No hay comentarios:

Publicar un comentario