Tal día como hoy, 5 de
mayo de 1821, Napoleón Bonaparte muere en Santa Elena en el Atlántico
Sur. Había sido desterrado allí desde octubre de 1815 hasta el 5 de
mayo de 1821.Sus últimas palabras fueron: “Francia, el ejército,
Josefina”. Tenía 51 años.
Contra lo establecido hasta ahora, Napoleón
Bonaparte, muerto en la isla de Santa Elena el 5 de mayo de 1821, no
falleció de un cáncer de estómago provocado por una antigua
úlcera, sino envenenado a conciencia, lentamente, con arsénico.
Los análisis toxicológicos de los cabellos del
emperador son concluyentes: Napoleón fue asesinado, seguramente por
encargo de la coalición monárquica, que temía todavía que el
pequeño corso, volviera a fugarse para poner nuevamente en llamas
la restablecida Europa de los soberanos.
Por supuesto, no faltan tampoco los historiadores
que, a la búsqueda de explicaciones más prosaicas, recuerdan que la
factura que pagaban los ingleses por mantener prisionero a Napoleón
ascendía a ocho millones de libras anuales, además de mantener
inmovilizada una guarnición de 5.000 hombres, todo lo cual, pudo hacerles desear su desaparición.
Siempre dividida ante la figura controvertida del
emperador, Francia comienza a buscar a los culpables. Además del
siniestro gobernador de Santa Elena Hudson Lowe y del no menos odiado
secretario de Estado para la Guerra lord Bathurst, las sospechas se
ciernen sobre las propias filas de Napoleón: el conde de Montholon,
compañero de exilio de Napoleón, que habría traicionado al
emperador para vengar afrentas de honor y asuntos de faldas.
Los análisis de los cabellos realizados en
Londres por el doctor Hamilton Smith; las pruebas practicadas por los
máximos científicos en envenenamiento franceses y por los expertos
de los laboratorios de Toxicología de la Policía y la Gendarmería
de París, confirman la sospecha -"tiene todos los síntomas de
un envenenamiento".
Tampoco la autopsia ni los médicos de la época
avalaron en realidad la versión del cáncer de estómago. El marqués
de Montchenu, enviado expresamente por Luis XVIII a la isla, escribió
a su soberano: "De los cinco médicos presentes en la isla,
ninguno sabe exactamente de qué murió Napoleón".
La teoría de la vieja úlcera que termina pasando
una factura mortal llegó con los años a convertirse en doctrina
oficial. Esa tesis, poco discutida, ha sido defendida por los más
fervorosos especialistas napoleónicos franceses, considerando el
cuadro de enfermedades del emperador: dermatosis provocada por el
estrés, hemorroides características de los caballeros de la época,
infecciones de vesícula y contagios venéreos contraídos en las
turbulentas sesiones amatorias.
Ahora se sabe a ciencia cierta, gracias a los
esfuerzos desplegados por el investigador canadiense Ben Weider, que
el arsénico presente en el cabello del mítico guerrero , dueño de Europa, no cumplía una función de conservación de
los escasos mechones del emperador, sino que procedía de su
flujo sanguíneo.
A cambio de este dato, la ciencia deja en el aire
el enigma que rodea el característico gesto de la mano derecha
oculta bajo la guerrera con el que Napoleón entró en la
inmortalidad. La idea de un gesto instintivo, convertido en manía,
con el que el emperador pretendía paliar los dolores de la vieja
úlcera - no muy importante, según los investigadores-, sigue
estando entre todas las teorías posibles.
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