Tal día como hoy, 11 de mayo de 1931,
durante la Segunda República Española, en Málaga comienza una quema
de iglesias y conventos.
La proclamación de la II República
vino acompañada, un mes más tarde, el 11 de mayo de 1931, de unos
acontecimientos muy graves, que confirmaron la tendencia a la fuerte
conflictividad social observada al final de la Dictadura de Primo de
Rivera.
Los precedentes de la quema de los
conventos, hay que buscarlos en la adopción de posturas
anticlericales en las organizaciones políticas, sociales
republicanas y obreras durante la época de la Restauración,
agudizadas durante la Dictadura. Por su parte, la Iglesia se
había identificado cada vez más con los sectores conservadores y
con la Monarquía, salvo algunos grupos minoritarios que intentaron
un acercamiento a las clases populares.
Durante la campaña electoral de las
elecciones nunicipales de abril, la identificación ideológica y política
entre las candidaturas monárquicas y la defensa de la religión
católica se acentua, contribuyendo así a que la cuestión religiosa
pasara a un primer plano de la vida política malagueña.
El tránsito a la República estuvo
dominado en Málaga por un clima de radicalismo, debido a la fuerte
conflictividad social y a la crisis económica, cuyos primeros
síntomas aparecieron antes de la llegada del nuevo régimen y, ya en 1930 hubo un intento de incendio del Palacio del Obispo.
La pastoral pro- monárquica del Cardenal
Segura y los sucesos del 10 de mayo en Madrid, provocaron el
estallido anticlerical de Málaga al día siguiente. Las masas se
lanzaron a la calle ese mismo día por la noche, siendo contenidas de
momento por la presencia de los políticos republicanos como el
presidente de la Diputación y gobernador civil interino.
Poco después, esto no sería
suficiente, y comenzaron los asaltos. El primer edificio en sufrir la
furia destructora de la multitud, fue la residencia de los jesuitas.
Entonces se produjo el incidente decisivo de las jornadas: se ordenó
la salida de la Guardia Civil para garantizar el trabajo de los
bomberos y el Gobernador Militar, Gómez Caminero, contradijo la
orden y retiró la fuerza.
Desde ese momento la situación en la
calle quedó incontrolada. Fue asaltado el Palacio del Obispo, y los
asaltos, saqueos, incendios y destrucciones se prolongaron durante la
madrugada y todo el día 12. El día 12, al medio día, se declaraba
el estado de guerra en la ciudad, pero ni siquiera estas medidas
frenaron a los saqueadores. Se pidieron refuerzos a Ronda y Melilla,
y se constituyó una Guardia Cívica con militantes republicanos y
socialistas, y la CNT publicó un manifiesto pacificador.
El día 13 la ciudad recobraba la paz.
Un total de 41 edificios religiosos se vieron afectados, hubo 150
heridos en los enfrentamientos con la fuerza pública y más de 100
detenciones. El patrimonio artístico y documental de la Iglesia
sufrió pérdidas irreparables.
En la polémica sobre las
responsabilidades, el Gobernador Militar se justificó diciendo que
decidió retirar a la Guardia Civil para impedir mayores males. El
Ayuntamiento, dominado por el grupo Radical-Socialista, señaló como
causantes a los “exaltados” y a la “gente maleante”.
Los sucesos de 1931 fueron
determinantes para restar apoyos al régimen republicano en el mismo
momento que nacía en España. Con ello, parecían confirmarse las
profecías electorales de los monárquicos, en el sentido de que la
República sería el régimen del caos y la anarquía.
Desgraciadamente, la débil democracia
española tendría que sufrir todavía fuertes tensiones políticas y
sociales.
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