domingo, 3 de mayo de 2020

Los sucesos de mayo de 1937 en Barcelona

Tal día como hoy 3 de mayo de 1937, tiene lugar el intento de toma, por la Guardia de Asalto, de la sede de la Telefónica en Barcelona, controlada por la CNT, y que fue origen de los "sucesos de mayo" en los que murieron 400 personas.

En mayo de 1937 las calles de Barcelona se tiñeron de sangre y tragedia. Se saldaron allí, en apenas cuatro días, del 3 al 7 de ese mes, algunos de los principales conflictos que arrastraba la República desde el comienzo de la Guerra Civil, agravados por los constantes fracasos militares y por la desunión política en el Gobierno, en el frente y en la retaguardia.

Barcelona proporcionó el escenario idóneo para esa confrontación. Era una ciudad alejada del frente, símbolo de la revolución de la CNT  y  tenía características políticas muy peculiares: un Gobierno autónomo, un poderoso movimiento anarquista, un partido comunista que controlaba a la UGT y un minúsculo partido revolucionario marxista, el POUM, enemistado a muerte con los comunistas.

Tampoco faltaban armas abundantes, que portaban las diversas fuerzas de policía, los militantes de las diferentes organizaciones políticas, los milicianos que las habían llevado desde el frente. Estaban también los provocadores, de uno u otro signo, españoles y extranjeros. Una atmósfera caliente, la de aquella Barcelona de la guerra, mucho más que la de otras ciudades de la retaguardia republicana.

Los primeros intercambios de disparos se oyeron el 3 de mayo, cuando el consejero de Seguridad de la Generalitat, ordenó ese día al recién nombrado comisario general de Orden Público, que ocupara el edificio de la Telefónica en la plaza de Cataluña, en poder de la CNT desde julio de 1936.

Allí llegaron tres camionetas de fuerzas de asalto. Sitiaron el edificio y fueron recibidos a tiros por militantes de la CNT que se encontraban dentro. Pronto corrió la voz de que se había iniciado un ataque contra la CNT, y acudieron anarquistas armados en ayuda de los sitiados y las barricadas volvíeron a la ciudad.

Largo Caballero convocó al Gobierno, que residía entonces en Valencia y se acordó enviar una delegación con dos de los ministros anarquistas, García Oliver y Federica Montseny y con algunos dirigentes de la CNT y de la UGT, mientras salieron para Barcelona cerca de cinco mil guardias.

Todos los intentos de negociación resultaron infructuosos y los sangrientos combates continuaron durante los días 5 y 6. En la tarde del 7, la normalidad, según George Orwell, testigo de aquellos hechos, "era casi absoluta".

Restablecida la "normalidad", quedaba por resolver la crisis de Gobierno que venía anunciándose desde la caída de Málaga en febrero, una pérdida importante para la República que incitó a los comunistas a criticar la dirección militar de la que Largo Caballero, era su principal responsable.

El presidente de la Republica, Manuel Azaña, decidió encargar al socialista Juan Negrín la formación del nuevo Gobierno, porque consideraba que Negrín, hombre culto y nada revolucionario , era la persona idónea para acabar con la indisciplina y el "desbarajuste" en la retaguardia.

Esa violencia política en la retaguardia, que se saldó con varios asesinatos políticos, más los centenares de muertos que dejaron las luchas en las calles de Barcelona, era la mejor prueba de que la República tenía un grave problema en su desunión interna, un verdadero obstáculo para ganar la guerra.

La guerra la perdieron los republicanos, por la política de no intervención de las potencias democráticas, por la intervención de la Alemania nazi y de la Italia fascista y porque Franco, tenía a las tropas mejor preparadas del ejército español.

Pero también, la perdieron por el fraccionamiento político y las disputas que siempre acompañaron a la República. Las grietas, como se comprobó en mayo de 1937, eran un abismo de desconfianza y división muy difícil de salvar.

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