La muerte de Franco aconteció cuando su dictadura, estaba en uno de sus momentos más bajos en consideración dentro del escenario internacional.
En septiembre de 1975, tuvo lugar el juicio de ocho miembros de organizaciones terroristas, condenados a la pena de muerte y ejecutándose cinco de ellos, lo que aisló aún más al Régimen y quince países europeos retiraron a sus embajadores, produciéndose protestas y ataques a las embajadas de España.
Como reacción a aquel desmoronamiento, el 1 de octubre, Franco vuelve al balcón de la plaza de Oriente y ante la muchedumbre repite su discurso de siempre y con voz que la enfermedad hace aún más trémula denuncia, una vez más, en medio del fervor general de sus incondicionales; “el complot judeomasónico contra España y la subversión comunista-terrorista internacional".
El 17 de octubre, después de varias crisis de salud, Franco aún presidió el Consejo de Ministros, pero el 22 sufre un tercer ataque cardíaco y otro el 24, agravándose sus otras dolencias y por ello el 25 de octubre se le administra la extremaunción y por último, el 20 de noviembre, tiene lugar su muerte.
Durante las cincuenta horas que estuvo abierta la capilla ardiente en el palacio de Oriente, se calcula que pasaron por ella entre 300.000 y 500.000 personas para mostrarle su último respeto, formándose largas colas de varios kilómetros.
El sepelio desde Madrid al Valle de los Caídos, donde fue enterrado en una tumba junto a la de José Antonio Primo de Rivera, fue presenciado, también, por una gran multitud, asistiendo solo tres jefes de Estado: el príncipe Rainiero de Mónaco, el rey Hussein de Jordania y el general Augusto Pinochet de Chile.
Tras su muerte, los mecanismos sucesorios previstos funcionaron y Juan Carlos, aceptando la legislación franquista fue investido rey, siendo recibido con escepticismo tanto por los adeptos al Régimen como por la oposición democrática, aunque más tarde, el rey desempeñaría un papel central en el proceso de desmantelamiento del régimen franquista, y la creación de la legalidad democrática, iniciándose el proceso conocido como “la Transición Española”.
En principio, el rey confirmó en su puesto al Presidente del Gobierno franquista, Carlos Arias Navarro, pero bien pronto se advirtió la dificultad de llevar a cabo cualquier reforma política bajo su Gobierno, lo que produciría un distanciamiento cada vez mayor entre ambos.
Finalmente Arias Navarro, presentó su dimisión el 1 de julio de 1976, siendo sucedido en el cargo por Adolfo Suarez, quien se encargó de entablar las conversaciones con los principales líderes de los diferentes partidos políticos y fuerzas sociales, más o menos legales o toleradas, de cara a instaurar un régimen democrático en España.
Una débil e incierta democracia, empezaba a abrirse camino en un país, al mismo tiempo atemorizado e ilusionado con su futuro.
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