Huérfano de padre desde niño, debido a su pobreza extrema, comenzó a trabajar como calderero y luego intentó ser torero, recorriendo ferias y capeas y en la enciclopedia taurina “El Cossío” hay una referencia suya, hasta que en Madrid, sufrió una grave cogida en 1918, retirándose poco después.
Comenzó entonces a trabajar de chapista, afiliándose a la anarquista CNT, hasta estallar la Guerra Civil, en que fue nombrado delegado de prisiones de Madrid, donde intentó detener las “sacas de presos” de las cárceles, luego fusilados en Paracuellos de Jarama y otros lugares, pero ante distintas presiones dimitió.
El 4 de diciembre de 1936 retomó el puesto, pero ya con plenos poderes, consiguiendo ahora detener las matanzas y el terror de las cárceles, para lo que hubo de enfrentarse, con gran riesgo de su vida, a dirigentes comunistas, como José Cazorla y Santiago Carrillo, que pretendían seguir haciéndolo.
Prohibió, sin su autorización personal, la salida de presos de las cárceles, para darles “un paseo”, eufemismo para denominar a los numerosos asesinatos de reclusos durante las horas de la noche.
El 8 de diciembre de 1936, tras un bombardeo de la aviación rebelde, los milicianos se dispusieron a asesinar a los presos de la cárcel de Alcala de Henares, iniciándose más de siete horas de enfrentamiento insultos, amenazas y forcejeos con Melchor y su escolta, pero no lograron acceder a las galerías de presos.
Tras el golpe de Casado, fue nombrado alcalde de Madrid durante los últimos días de la guerra, siendo encargado – junto a otros - de traspasar los poderes a los franquistas el 28 de marzo de 1939.
Sin embargo, finalizada la guerra, a Melchor se le sometió a la misma represión que a todos los derrotados, siendo detenido, juzgado y condenado a muerte, sentencia luego cambiada por 20 años de los que cumplió cinco.
Mas de 1.500 sospechosos de simpatizar con los rebeldes salvaron sus vidas, entre otros: Agustín Muñoz Grandes, Raimundo Fernández Cuesta, Martín Artajo, Torcuato Luca de Tena, Boby Deglané, Ramón Serraño Suñer, Rafael Sánchez Mazas,…más tarde muchos de ellos jerarcas del régimen franquista y ese día, nació la leyenda del “ángel rojo” y el “traidor Melchor”.
Durante el consejo de guerra en el que se pedía la pena de muerte, el general Muñoz Grandes, se presentó como testigo y junto a su testimonio entregó miles de firmas de personas que Melchor había salvado, para poder evitar su ejecución.
Salió en libertad en 1944 y aunque tuvo posibilidad de adherirse a la dictadura en el sindicato franquista, siguió siendo libertario y militando en CNT, lo que le costó entrar en la cárcel varias veces más, viviendo de hacer seguros en “ La Adriática”, escribir letras de pasodobles y cuplés y, de publicar - de vez en cuando- artículos y poemas en el diario “Ya”.
A su entierro en 1972 acudieron personas de ideologías enfrentadas, entre otros anarquistas y falangistas y su féretro fue cubierto con la bandera del movimiento libertario, transcurriendo la ceremonia, cantando “A las barricadas” y sin ningún incidente.
Cuando se le preguntaba por su actuación siempre dijo: “Si he actuado con humanidad no ha sido por cristiano, sino por libertario”.
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