Se denomina así, al presunto asesinato de un niño, de cuya existencia no hay ninguna prueba, cometido por judíos y judeoconversos a finales de la década de 1480 en La Guardia -Toledo- inspirado por el libelo antijudío llamado “Calumnia de la sangre”.
Durante la Edad Media, fueron frecuentes en toda Europa, acusaciones de este tipo contra los judíos y en España, se daban por ciertos varios episodios semejantes, como la supuesta crucifixión del niño Santo Dominguito del Val, en Zaragoza en el siglo XIII, o la del niño de Sepúlveda, en 1468, saldados con ejecuciones de judíos hallados culpables del crimen y asaltos a la aljama con algunas víctimas más.
En este caso, su inicio no fue por investigar ningún crimen, ni por denuncia de la desaparición de ningún niño, sino que los detenidos fueron acusados de judaizantes, y fue durante los “interrogatorios” donde se fraguó la idea del crimen ritual.
En junio de 1490 se detuvo a un converso - cardador ambulante - "de quien se decía robaba hostias consagradas" para ejecutar sacrilegios, confesando que años antes había regresado a la religión judía, alentado por otro converso, que fue detenido, aunque la Inquisición no tenía jurisdicción sobre judíos, sino solo sobre los judíos bautizados
Los inquisidores con un confidente a sueldo, se hiciese pasar por rabino, este manifestó que el judío detenido, le había confesado que años antes, un Viernes Santo, en La Guardia, había participado en un crimen, dando muerte por crucifixión a un niño, mezclando su sangre y corazón con una hostia consagrada y realizado un acto de brujería, para “provocar una epidemia de rabia en la comarca”.
Sometido a toda clase de torturas, implicó a otros judíos y conversos y en agosto de 1490, el inquisidor general, Torquemada, dio orden de que fuesen trasladados a Ávila para ser juzgados por herejía, apostasía y crímenes contra la fe, encargado el proceso a inquisidores de su confianza.
Los acusados confesaron y declararon contra otros, con la esperanza de verse libres de la Inquisición, declaraciones, obtenidas “estando puestos en el tormento”como dicen las actas del proceso, contradictorias entre si, pese a lo cual “expertos juristas y teólogos,” dictaminaron su culpabilidad y en las últimas declaraciones - siempre obtenidas bajo tortura - añadieron detalles a los hechos, muchos de ellos, por boca de los inquisidores.
El 16 de noviembre, en el “Brasero de la Dehesa”, en Ávila, todos los procesados fueron quemados en la hoguera, mientras los bienes confiscados se destinaron a financiar la construcción del monasterio de Santo Tomás de Ávila.
Todo, en este proceso, suena falso y parece evidente se trató de una provocación montada por ciertos inquisidores, tal vez para preparar el terreno a una mayor represión, pues, el tribunal consideró “hechos probados”, todas las confesiones obtenidas bajo torturas.
La inmensa mayoría de historiadores, considera que el hecho fue un invento, que propició un clima antijudío para permitir una mejor acogida al decreto de expulsión de estos en marzo de 1492.
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