domingo, 15 de noviembre de 2015

Juan Duarte, otra víctima del odio en la guerra civil española.

Tal día como hoy 15 de noviembre de 1936, es asesinado cerca de Álora (Málaga) a los 24 años, el seminarista Juan Duarte.

Su detención se produjo en el pueblo de Yunquera el 7 de noviembre por unos milicianos, siendo llevado hasta Álora, a la cárcel de la Plaza Baja - hoy Plaza de la Iglesia - en donde durante una semana fue sometido a torturas para hacerlo renegar de su fe.

Durante días sufrió palizas; aplicación de corriente eléctrica; paseos por las calles entre burlas, hasta llegar por último a la castración con una navaja de afeitar y aunque algunos vecinos del pueblo llegaron a sugerirle que cediera en su actitud, todo fue en vano.

En la noche del día 15 de noviembre fue llevado al Arroyo Bujía, a kilómetro y medio de la estación de Álora y una vez allí, fue rociado de gasolina para después prenderle fuego y rematarte por último de un disparo.

En el 2007 Juan Duarte fue beatificado por el Papa Benedicto XVI junto con otros 497 españoles asesinados durante la Guerra Civil  Española.

No obstante, ochenta años después de su muerte, su figura continua rodeada de polémica y tal vez en este momento más que otras veces.

Por una parte existe una iniciativa para construir en Álora un monumento en su memoria,  que ha generado una fuerte oposición y el Foro por la Memoria Histórica de Málaga, calificando de fascista el pretendido conjunto y recordando al tiempo, que en las fosas comunes del castillo de Álora siguen enterradas 200 personas que fueron fusiladas por defender la República.

Los promotores del referido monumento, iniciaron en su día una campaña para recaudar fondos y poder financiar las obras, cuyo coste es de unos  43.000 euros, según sus cálculos. 

Al parecer, la Agencia Andaluza del Agua también ha emitido una resolución favorable a la construcción, que precisa de su permiso especial por su cercanía al cauce del Arroyo Bujía. 

Como podemos ver, con tristeza, “las dos Españas” continúan desgraciadamente vivas, en pie y enfrentadas, la pretendida reconciliación y olvido es hoy por desgracia - como lo era ayer – una pura entelequia.

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