Tal día como hoy 11 Noviembre del 878, el rey franco Luis II, “el Tartamudo”, adjudica a Wifredo “el Velloso” los condados de Barcelona y Gerona.
Wifredo el Velloso, -“Guifré el Pilós”- supo aprovechar las dificultades de la monarquía franca para fortalecer su posición y consolidar su independencia, convirtiéndose en el último conde nombrado directamente por un rey franco, pues, sus hijos serían herederos sin la intervención de la monarquía carolingia.
Durante su gobierno, los condados catalanes dieron un paso decisivo en su proceso de desvinculación del Imperio carolingio y las dificultades que fueron atravesando los sucesores de Carlomagno, favoreció a Wifredo que, aunque no puede ser considerado el primer conde independiente, sí fue el fundador de la dinastía catalana.
Un hecho contribuyó de forma decisiva al proceso de independencia de Francia, de los condados catalanes y fue la presencia de los musulmanes, que hizo que la población viese en los condes a sus jefes naturales, especialmente cuando se producen ataques que sólo ellos rechazan y en la práctica, el poder era ejercido por el conde.
La obra más importante de Wifredo fue la repoblación del centro de Cataluña, región devastada y casi despoblada, a lo cual contribuyó las disensiones musulmanas que le permitieron consolidar sus posesiones y ampliarlas, ocupando, sin grandes dificultades, las comarcas de Vich, Ausona, Ripoll y Montserrat y llegando hasta la desembocadura del río Llobregat.
La segunda zona repoblada fue la Plana de Vich y fundó los dos grandes centros benedictinos de Cataluña: los monasterios de Santa María de Ripoll y de San Juan de las Abadesas, que se convirtieron en focos de repoblación de las tierras ocupadas y beneficiarios, de un proceso de acumulación de tierras.
La ocupación , se prolongó hasta fines del siglo X, sufriendo considerables retrasos a causa de los ataques de Almanzor.
Al igual que otros gobernantes medievales, la figura de Wifredo el Velloso no escapó al mito y desde fecha temprana sus hazañas fueron glorificadas por crónicas que le elevaron a la categoría de héroe nacional.
Es pura leyenda la historia sobre el origen de la “senyera” que se le atribuye, puesto que el uso de los emblemas heráldicos no se generalizó hasta comienzos del siglo XII, y el de las cuatro barras, concretamente, no apareció hasta mediados de este siglo, en tiempos del conde de Barcelona Ramón Berenguer IV.
Wifredo murió en agosto del 897 en un enfrentamiento con los musulmanes, en el término de Valldaura, en la sierra de Collserola, siendo enterrado en el monasterio de Santa María de Ripoll que él mismo había fundado.
Tras su muerte, sus hijos repartieron su herencia, como si de bienes privados se tratase, permaneciendo indivisos los condados de Barcelona, Gerona y Osona, que constituirán el núcleo esencial de la Cataluña medieval.
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