Tal día como hoy 1 de noviembre de 1478, una bula papal de Sixto IV, autoriza a implantar en Castilla el Tribunal de la Inquisición.
El primer auto de fe se celebró en Sevilla en 1481, siendo quemadas vivas seis personas, calculándose que la cifra aproximada de personas ejecutadas, basada en la documentación de los actos de fe, fueron unas 2.000, la inmensa mayoría conversos de origen judío.
Con el “Decreto de la Alhambra" de 1492, los Reyes Católicos acordaron la expulsión de los judíos que no se convirtieran y, aunque estos ofrecieron una compensación económica, los Reyes la rechazaron por presiones del inquisidor general y desde entonces todo judío, si continuaba practicando su religión, era susceptible de ser denunciado.
Pero no solo fueron perseguidos los cristianos nuevos, - judeo conversos y moriscos - sino que muchos cristianos viejos, también lo fueron por diferentes motivos, como podía ser blasfemias, afirmaciones sobre creencias religiosas, la moral sexual y el clero o dudar de la presencia de Cristo en la Eucaristía, o la virginidad de María.
El Inquisidor General, era designado por el rey y aprobado por el Papa, y en ocasiones se utilizó la Inquisición, para detener a personas que habían sido condenadas en Castilla y se encontraban, en zonas protegidas por fueros.
Además de los miembros del tribunal, existían auxiliares que colaboraban en la actividad inquisitorial como los “familiares” que eran colaboradores laicos, del Santo Oficio y a su servicio, lo cual era considerado un honor, ya que suponía un reconocimiento público, de limpieza de sangre y además ciertos privilegios.
Su financiación dependía exclusivamente, de las confiscaciones de los bienes de los reos, dando lugar a abusos, como se destaca en el memorial que un converso dirigió a Carlos I: “Vuestra Majestad debe proveer ante todas cosas, que el gasto del Santo Oficio no sea de las haciendas de los condenados, porque recia cosa es que si no queman no comen.”
Las denuncias eran anónimas y sin posibilidad de conocer la identidad del acusador, siendo frecuentes las acusaciones falsas, por envidias o rencores personales, que eran estimuladas por la Inquisición entre vecinos, e incluso entre familiares.
La detención implicaba la requisa de los bienes, que se utilizaban para pagar los gastos de su mantenimiento y las costas procesales, quedando la familia del acusado en la más absoluta miseria, pudiendo pasar así meses o años.
Para interrogar a los reos, la Inquisición hizo uso de la tortura, que se aplicaba sin distinción de sexo ni edad, incluyendo tanto a ni los mayores de 14 años como a ancianos
.
Los autos de fe se convirtieron en un espectáculo barroco, con una puesta en escena calculada para causar el mayor efecto en los espectadores, en espacios de grandes dimensiones y que duraban a veces un día entero, en donde se vendían alimentos y bebidas a los espectadores.
La Inquisición fue felizmente abolida, el 15 de julio de 1834 por un Real Decreto firmado por la regente María Cristina de Borbón, durante la minoría de edad de la reina Isabel II .
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