El Tribunal de los Tumultos, conocido popularmente por los neerlandeses como “Tribunal de Sangre o Tribunal Sangriento”, fue instaurado por Fernando Álvarez de Toledo, duque de Alba en Bruselas, con aprobación del rey Felipe II de España, para castigar a los enemigos de la Monarquía Hispánica, el cual juzgó a los culpables de la rebelión en los Países Bajos, producida cuando los calvinistas asaltaron las iglesias católicas y quemaron imágenes de santos.
La destrucción de las imágenes, ocurrida durante los meses de agosto y octubre de 1566, fue una iconoclasia realizada por los calvinistas, opuestos a la Iglesia Católica que arremetieron contra las iglesias y los monasterios católicos, destruyendo cientos de estatuas, algunas de ellas de gran valor artístico.
El Tribunal de los Tumultos condenó a un total de 8.957 personas de las cuales fueron ejecutadas 1.083 y desterradas solo 20, debido a que, antes de la llegada de Alba, se había producido la huida por parte de la población flamenca que, atemorizada, se anticipó a su llegada y escapó.
Entre los condenados por este tribunal, se encontraban como condenados a muerte los condes de Egmont y Horn, dos de los principales nobles flamencos, que fueron decapitados en Bruselas y cuyas cabezas estuvieron públicamente expuestas como escarmiento y también fue detenido Floris de Montmorency, que se encontraba en Madrid como negociador y al conocerse la condena por el tribunal, su sentencia fue enviada a España por el duque de Alba y fue ejecutado en 1570.
En todos los casos además, el Tribunal de los Tumultos confiscó las propiedades de los condenados, para hacer frente a las reparaciones por los daños causados.
La represión ejercida por el duque de Alba, al que los neerlandeses llamaban “el duque de hierro”, creó un profundo resentimiento en los Países Bajos contra Felipe II de España, el duque y contra los españoles en general, que no pudieron ya contrarrestar la sublevación de esos países, contra la Monarquía Hispánica.
En el resto de Europa se alzaron voces en contra de la represión, principalmente de los príncipes protestantes alemanes, que solicitaron a los embajadores españoles menos rigor en las penas, con resultado negativo.
La política del Tribunal se resumía en la cita de su secretario: “Los templos fueron quemados por los herejes, los buenos no hicieron nada en contra, por lo tanto deben ir todos al patíbulo.”
En la actualidad, se sigue diciendo a los niños neerlandeses desobedientes, la frase; “Que viene el Duque de Alba...”, para asustar a los que no comen o tardan en irse a la cama, como aquí se hace con el “coco”.
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