En 1169, a los catorce años de edad, Alfonso VIII empezó a reinar en Castilla, contrayendo matrimonio con esa edad, en un periodo en que la lucha por la hegemonía peninsular enfrentaría a Castilla, León y Navarra durante décadas.
En 1182, tras un período de paz entre castellanos y leoneses, roto a la muerte de Alfonso VII, ambos reyes, Fernando II y Alfonso VIII, se reunieron con sus huestes en la frontera de ambos reinos, con la mediación del maestre de Santiago y el prior de la Orden de San Juan.
En la primera reunión, en febrero de 1183, solo estuvieron presentes los mediadores y tras las conversaciones, se acordó que la siguiente tendría lugar a finales de abril, pero finalmente se celebró el 2 de junio de 1183 en el límite fronterizo entre los dos reinos, aunque estableciendo los monarcas sus residencias en sus respectivos territorios.
Fernando II, de León se situó en Fresno el Viejo, el último pueblo de su dominio, mientras que Alfonso VIII, lo hizo en Lavandera, último confín del suyo, fijándose entre ambos la frontera y como en el territorio no existía ningún accidente natural que los separase, las referencias geográficas fueron tomadas de ambos lugares habitados.
En las conversaciones se llegó a un nuevo acuerdo, confirmado bajo juramento y compromiso ante los obispos, que obligaba a cualquier infractor con su autoridad sagrada y la del Papa, a cumplir lo pactado, dando lugar a la firma del “Tratado de Fresno-Lavandera”.
En este tratado se fijaron las villas y lugares que pertenecerían a cada reino, delimitando así el límite fronterizo entre ambos con el compromiso de respetar durante 10 años la frontera trazada, que serviría de base para una paz definitiva entre los dos.
La firma de este acuerdo, estableció un período de estabilidad y buenas relaciones entre ambos estados, hasta el punto de que el monarca castellano armó caballero al leonés - primo suyo - en 1188 en Carrión.
Pese a todo, esta tregua no fue duradera pues pronto se reactivaron las hostilidades, que seguirán hasta 1197 con la boda entre el hijo de Fernando II, el futuro Alfonso IX, con la hija de Alfonso VIII, Berenguela, unión de la que nacerá Fernando III “El santo”, que propiciará la unión definitiva de ambas coronas.
Sin embargo la Iglesia - siempre dispuesta a ayudar – alegando razones de parentesco entre ambos cónyuges, pues eran primos, hizo que el papa Inocencio III declarase no válido el matrimonio, lo que deshizo el acuerdo y dio lugar de nuevo a los enfrentamientos y luchas.
Por otra parte, entre Castilla y Navarra existía también un enfrentamiento total, pese a lo cual la amenaza almohade, hizo posible la participación del rey navarro en la batalla de las Navas de Tolosa en 1212, así como el de Aragón Pedro II, aunque sin embargo no asistió el rey leones, si bien permitió el envío de voluntarios.
La unidad de los reinos de España, fue un proceso extremadamente largo y dificultoso.
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