Tal día como hoy 14 de septiembre de 1213 al sur de Tolosa, durante la cruzada contra los cátaros o albigenses, concluye la batalla de Muret donde muere Pedro II de Áragón, “el católico”.
La contienda enfrentó al rey aragonés, sus vasallos y sus aliados, contra las tropas cruzadas papales y las de Felipe II de Francia lideradas por Simón de Montfort a quien correspondió la victoria.
La contienda hay que situarla en las luchas de intereses surgidas al sur de Francia tras el arraigo de la religión cátara, pues el Papa Inocencio III – temeroso de perder poder – los declaró herejes lo cual creó un grave problema a Pedro II ya que, por una parte eran súbditos suyos y por otra él se había comprometido a defender el papado.
La declaración de una cruzada por parte del papa, se debió a que, la existencia de esta iglesia - tolerada por los poderes locales - amenazaba su hegemonía y con su actitud ayudó los proyectos del Rey de Francia, dispuesto a servirse de cualquier argumento para obtener la investidura de estos ricos territorios.
Así pues, el papa encontró en la monarquía francesa el medio de atajar la “herejía” y aumentar su influencia, mostrándose siempre dispuesto a favorecer las empresas del rey francés, por lo que la “cruzada” fue en realidad el resultado de esta comunión de intereses, entre el papa y el rey galo a quien se legitimó su política expansiva.
Ante la disyuntiva, Pedro II optó por defender a sus vasallos y una vez cerrado el camino de la negociación sólo quedó la vía militar, por lo que al mando de un fuerte ejército, se dirigió contra los cruzados, para proteger a sus súbditos albigenses.
Aunque partía de una situación ventajosa en cuanto a fuerzas y avituallamientos, parece ser que sus huestes actuaron con precipitación y, sin esperar la llegada de todos los efectivos entablaron batalla, resultando muerto el rey al ser aislado por los franceses mientras ocupaba una posición de peligro, en lugar de situarse en la retaguardia.
La muerte de Pedro II trajo el desorden y la desbandada entre las fuerzas tolosano-aragonesas y la consiguiente derrota.
El cadáver del rey – que había sido excomulgado por el papa - fue recogido por los caballeros hospitalarios y enterrado en Tolosa hasta 1217, en que una bula papal autorizó su traslado al Monasterio de Santa María de Sigena – Huesca - donde fue inhumado, aunque fuera del recinto sagrado.
Muret supuso el abandono de las pretensiones de la Corona de Aragón sobre los territorios del otro lado de los Pirineos y el final de la posible formación de un poderoso reino aragonés-occitano que hubiese cambiado el curso de la historia de España y seguramente también la de Francia.
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