miércoles, 19 de septiembre de 2018

Trajano y Adriano, los primeros emperadores hispanos

Tal día como hoy 19 de septiembre del año 53, en Itálica - actual Santiponce – cerca de Sevilla, nace Marco Ulpio Trajano que será el primer emperador romano de origen hispano.

Su padre era general de Roma y desde pequeño se educó en un ambiente militar, participando en los ejércitos dirigidos por su progenitor en Siria, donde era gobernador.

En el año 89, su creciente prestigio le llevó a la limes - frontera - germana donde se acreditó como excelente conductor de hombres y tres años después le fue otorgado el título de cónsul de la Germania Superior, y poco más tarde el emperador Nerva le adoptó oficialmente, con el consenso de Senado y Ejército.

Durante su mandato, se conquistaron nuevos territorios y desde el 101 al 106, sometió a los dacios, en la actual Rumanía, que junto a la conquista de Armenia, Asiria y Mesopotamia, llevó al Imperio a su máxima extensión.

Según Plinio, su ascenso al poder supuso para el senado “un tiempo nuevo”, con la implantación del voto secreto, un plan de regeneración moral y política en la administración, la justicia y la economía y una eficaz gestión de construcciones y mejoras públicas.

Su actitud con los cristianos fue tolerante, determinando que no debían ser perseguidos y solo si eran denunciados y reconocidos culpables, había que condenarlos.

Trajano contó entre sus leales con muchos hispanos en los estamentos político, económico y militar como generales, oficiales o tropas de combate y en el año 117, mientras regresaba de una de sus campañas de Oriente, se sintió enfermo y un fatídico mal lo paralizó progresivamente, falleciendo en agosto de aquel año.

Su viuda, Pompeya Plotina, potenció la candidatura de Publio Adriano - según algunos amante suyo - que nacido también en Itálica y sobrino de Trajano, sería el más reconocido emperador hispano.

Los historiadores romanos, se hicieron eco del rumor de que fue Plotina, la que fingió la adopción de Adriano, y para ello escondió a un esclavo de su confianza bajo las sábanas del emperador, cuando ya estaba muerto, quien susurró el nombre de Adriano como presunta última voluntad del moribundo.

Cuentan que durante su gobierno, Trajano mandó escribir sobre su puerta:“Publico palatio” para que todo el mundo pudiese entrar libremente, recibiendo personalmente a quien quisiera conseguir de él justicia.

Se refiere sobre esto la anécdota de que su secretario, se quejó de que confiase incautamente en todo el mundo, a lo que Trajano le contestó: “Trato a todos como quisiera que el Emperador me tratase a mí, si yo fuese un ciudadano particular”.

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