Tal
día como hoy 5 de septiembre de 1412, Fernando I – abuelo del
Fernando “el Católico” - tras jurar ante las Cortes de Zaragoza
como nuevo rey de Aragón, emprende viaje hacia Tortosa.
Llamado también Fernando “el de
Antequera”, fue el primer monarca aragonés de la dinastía
castellana de los Trastámara por rama materna, al ser su madre
hermana de Martín I de Aragón “el Humano”, muerto sin
descendencia masculina.
Hijo segundo de Juan I de Castilla y de Leonor de Aragón, dada la posibilidad jurídica de transmisión de la Casa de Aragón por vía materna, el derecho aragonés le otorgaba un rango preferente en sus aspiraciones a la corona y en 1410, Fernando presentó su candidatura a la sucesión del trono.
Contaba con gran poder económico, sólido prestigio militar y el ejército castellano a su disposición, unido al apoyo de Benedicto XIII, “el Papa Luna” y Vicente Ferrer, que inclinarían la balanza hacia su candidatura, refrendada en junio de 1412, en el “Compromiso de Caspe” donde fue proclamado rey de Aragón y los demás estados de la Corona.
Tras realizar el juramento ante las Cortes de Aragón el 3 de septiembre, se dirigió Tortosa para entrevistarse con Benedicto XIII, quien le invistió como rey de Sicilia, Córcega y Cerdeña a cambio de apoyo en su disputa con los otros dos papas, en pleno Cisma de Occidente que dividía a la Iglesia Católica.
En noviembre de 1412, Fernando
convocó las Cortes catalanas con objeto de jurar sus usos y
costumbres que no concluirían hasta agosto de 1413, y donde según
una interpretación tradicional, el rey tuvo que ceder al denominado
“pactismo catalán”, limitando su autoridad a favor de las Cortes
y de la Generalidad de Cataluña.
Sin embargo, la elaboración de esta teoría del pactismo está hoy considerada un relato mítico, pues lo que se planteó fue – al parecer - una reclamación del municipio de Barcelona y no de la Generalidad de Cataluña y un análisis de la documentación, revela no haber ni siquiera referencias sobre esa disputa.
Nos hallamos, por tanto, ante un mito historiográfico, elaborado con posterioridad a los hechos por historiadores románticos de la “Renaixença”, con intención política que acabaron de dar verosimilitud al relato y que la historiografía contemporánea no ha corregido.
Fernando I se dirigió entonces a Zaragoza donde fue coronado en 1414, y aunque su gobierno solo duró tres años y nueve meses, reorganizó la Hacienda, saneó la economía y la administración, intentó impedir las persecuciones contra los judíos e inició la lucha contra la corrupción.
Con habilidad, se desvinculó muy pronto de Benedicto XIII y tras el Concilio de Constanza de 1414, que destituyó a los tres papas, dejó de apoyarlo lo que permitió a la Corona de Aragón recuperar su posición al frente de la política en el Mediterráneo.
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