Tal día como hoy 8 de mayo de 1828 nacía en Ginebra, Jean Henri Dunant, el fundador de la Cruz Roja Internacional y primer Premio Nobel de la Paz en 1901.
Jean-Henri fue un filántropo suizo fundador de la Cruz Roja; comerciante y banquero que militó en su juventud en movimientos cristianos. A los 21 años fue obligado a dejar el Collège Calvin por sus malas notas, y empezó como aprendiz en la firma de cambio de moneda Lullin und Sautter y tras concluir su periodo de aprendizaje, permaneció como empleado.
En 1859, contempló el campo de batalla de Solferino, después del enfrentamiento de los ejércitos austriaco y franco-piamontés, que combatían en la guerra de unificación italiana y quedó impresionado por aquel espectáculo de horror y la ineficacia de los servicios sanitarios
Dunant llegó a Solferino el 24 de junio de 1859, el mismo día en que tuvo lugar la batalla, viendo como 38.000 heridos, agonizantes o muertos permanecían en el campo de batalla. Impresionado, organizó a la población civil, especialmente mujeres y chicas jóvenes, para proporcionar asistencia a los soldados heridos, mutilados y enfermos.
Como carecían de suficientes materiales, organizó la compra, a sus expensas, de lo que se necesitaba y ayudó a levantar hospitales de campaña, convenciendo a la población para que atendiese a los heridos, sin fijarse de qué bando del conflicto fuesen.
Desde entonces, se lanzó a una campaña de sensibilización de los gobiernos y la opinión pública sobre los sufrimientos de los heridos de guerra, y fruto de sus esfuerzos fueron la fundación de un servicio sanitario neutral en 1863, para actuar en los campos de batalla: la Cruz Roja Internacional.
En octubre de 1863, catorce estados participaron en una reunión en Ginebra, para discutir la mejora del cuidado a los soldados heridos, en donde el propio Dunant, fue solo un encargado del protocolo.
La dedicación a la causa, le llevó a descuidar sus negocios, quedando arruinado en 1867 y hubo de dimitir como presidente de la Cruz Roja y abandonar Suiza perseguido por sus deudores, hallando refugio en la Francia del Segundo Imperio, cuyo titular, Napoleón III, le prestó apoyo incluso después de ser derrocado.
En 1887 regresó a Suiza, viviendo recluido en un sanatorio hasta su muerte y siendo olvidado prácticamente por todos, hasta que en la última década del siglo, varios amigos reivindicaron su figura, y vio reconocida públicamente su labor con la concesión en 1901 del primer Premio Nobel de la Paz.
De acuerdo con sus deseos, fue enterrado sin ceremonia en Zúrich y en su testamento, donó fondos para asegurar una “cama libre” en la residencia de Heiden siempre disponible para un ciudadano pobre de la región y legó algún dinero a amigos y organizaciones de caridad en Noruega y Suiza.
El resto de los fondos fueron a sus acreedores, liquidando parte de su deuda, aunque su incapacidad para satisfacerlas por completo, fue algo que le pesó hasta su muerte.
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