Tal día como hoy 12 de septiembre de 1555, el emperador Carlos V abdica y se desliga de los problemas políticos para retirarse al Monasterio de Yuste, en Cáceres. Allí pasará el resto de sus días apartado de los problemas de gobierno aunque seguirá muy de cerca los acontecimientos de la época.
Carlos I de España y V de Alemania, llegó a ser el hombre más poderoso de su tiempo: rey de Nápoles, Sicilia y Cerdeña, archiduque de Austria, duque de Borgoña, etc, así como los territorios de la corona de Castilla en América.
A lo largo de su reinado persiguió el sueño de un Imperio Universal, que agrupara todos los reinos de la cristiandad para la defensa del catolicismo, pero tanto el rey de Francia, Francisco I, como el Papa Clemente VII estuvieron siempre en contra de esta visión unificadora.
Los conflictos con Francisco I, con los turcos por el control del Mediterráneo y la defensa del sur de Europa, los conflictos internos en los antiguos reinos dentro de España y la aparición del Protestantismo fueron desgastando poco a poco al monarca.
El delicado estado de salud del Emperador, tanto físico, por la enfermedad de la gota, como anímico, con vestigios tal vez de la enfermedad de su madre Juana la Loca, hicieron que Carlos se planteara el traspaso de poderes a su hijo Felipe y su retirada discreta a un lugar de descanso y tranquilidad, alejado de la corte y con un clima más favorable para su enfermedad.
El acto oficial de la abdicación en favor de Felipe II tuvo lugar en los Paises Bajos en septiembre de 1555 y un año después, Carlos V inicia su particular viaje hacia la comarca de La Vera, de la que le habían hablado bien.
La comitiva desembarca en Laredo en septiembre de 1556 y tras recorrer toda la meseta castellana llega a Jarandilla de la Vera, donde se aloja en el Castillo de los Condes de Oropesa - hoy Parador de Turismo - mientras terminan las obras en el Monasterio de Yuste, situado junto a la localidad de Cuacos de Yuste.
El 22 de febrero de 1557 Carlos V se traslada finalmente con su séquito a sus aposentos en el Monasterio y durante su breve estancia en él, numerosos personajes de la corte pasaron para visitarle, entre ellos el propio monarca Felipe II.
La enfermedad de la gota se agudiza y además contrae paludismo, debido probablemente a la picadura de los mosquitos, que proliferaban en los estanques de los jardines del monasterio.
Finalmente, el 21 de septiembre de 1558 moría Carlos V en la que fue su última morada, siendo enterrado en la iglesia y posteriormente, trasladaron sus restos al panteón real del Monasterio de San Lorenzo del Escorial.
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