Tal día como hoy 16 de septiembre de 1498, fallece en Ávila, Tomás de Torquemada, gran inquisidor de Castilla y Aragón, tristemente famoso por convertir a la Inquisición en un implacable organismo de persecución religiosa y política. Influyó en los Reyes Católicos para el edicto de expulsión de los judíos de España de 1492.
Las referencias sobre la vida de Torquemada, provienen de la crónica que Fray Juan de la Cruz escribió en 1567 y cuya credibilidad es limitada ya que como a casi toda persona conocida del siglo XV, se le atribuye linaje judaico pero no sabemos si sus padres, eran cristianos nuevos, aunque de cualquier forma, el origen no hace la trayectoria.
Torquemada, hombre de religión más que fe, es en realidad un producto típico de la sociedad española de la segunda mitad del siglo XV. Desde su nacimiento, en 1420, hasta la muerte en 1498, su vida se parece a la de muchos hombres de Castilla. Isabel “la Católica” es el imán de los cambios trascendentales del final del siglo XV, y no es casualidad que Torquemada, sea uno de los tres confesores importantes de su vida.
Torquemada representaba una línea dura con respecto a los conversos sospechosos de judaizar, es decir, de mezclar la fe de Moisés con la de Cristo mediante dobles ritos o síntesis heréticas.
Sin embargo, la existencia de conspiraciones políticas en las que se mezclaban prácticas judaizantes o heréticas, así como los conflictos cada vez mayores entre cristianos viejos y nuevos, decidieron a los reyes a pedir al Papa la creación de una Inquisición nueva, ya que la tradicional era ineficaz, por su propensión al soborno.
La aportación de Torquemada consistió en convertir lo que era un proyecto político, en un proyecto religioso para la política y los 10 años que ejerció, desde el establecimiento del Tribunal del Santo Oficio hasta la expulsión de los judíos en 1492, muestran la evolución del problema de los conversos bajo la inquisición, que estaba pensada para preservar la pureza de la fe, pero desembocó en 3.000 ejecuciones mediante la hoguera y un número varias veces superior de encarcelamientos, confiscaciones, torturas y degradaciones públicas.
Torquemada empezó a llevar una escolta de hasta doscientas lanzas, y a tener en su mesa un cuerno de rinoceronte, para prevenir envenenamientos, aunque sin embargo, la Inquisición creada por Torquemada, provocó muchas menos víctimas que otros tribunales europeos similares, pese a todas las leyendas negras acumuladas.
También es cierto, que los católicos franceses mataron más protestantes en la noche de San Bartolomé, que el Santo Oficio en tres siglos y que los alemanes quemaron más brujas en un año que la Inquisición en toda su historia. Pero la máquina de intolerancia, sospecha, terror y delación de Torquemada, entorpeció la vida intelectual española de forma trágica.
Torquemada no murió arrepentido ni de quemar herejes ni de expulsar judíos, como se ha dicho, pero sí viejo, paranoico, avariento y miserable y tras lograr la expulsión de los judíos, perdió la salud y volvió a Avila y consiguió del Papa Alejandro VI una bula para que allí rigieran estatutos de limpieza de sangre y pasó sus últimos años reuniendo dinero para la que fue su tumba.
Durante la guerra de la Independencia ésta fue profanada y aventadas sus cenizas, pero nunca se averiguó la identidad de los autores del hecho.
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