Tal día como
hoy, 30 de octubre de 1928, el ciéntifico escocés Alexander Fleming, realizó en su
laboratorio uno de los descubrimientos más importantes de la
historia: la penicilina, por el cual obtuvo el Premio Nobel en
Medicina en 1945.
Este compuesto de antibióticos consiguió tratar
enfermedades como la neumonía, la escarlatina o las infecciones de
piel y garganta, dolencias que en la época eran de suma gravedad.
Gran parte de los descubrimientos en el mundo de
la investigación se originan de forma casual. Esto mismo, conocido
con el término de serendipia, ocurrió con el hallazgo de la
penicilina.
En 1928, el investigador Alexander Fleming
protagonizó un acontecimiento que cambiaría el curso de la historia
de la Medicina. El hallazgo de la penicilina, que Fleming no dio a
conocer hasta 1929, abrió las puertas de la revolución antibiótica.
Muchas especialidades médicas no existirían hoy,
si Fleming no se hubiera encontrado en una placa de su microscopio un
hongo bautizado como "Penicillium notatum", asi pues fue la
casualidad la que originó este importante descubrimiento.
Todo comenzó a finales de julio de 1928 cuando,
antes de irse de vacaciones, Fleming dejó unas 50 placas inoculadas
para que creciera una bacteria patógena, el estafilococo. A su
regreso, el 3 de septiembre, en el desordenado laboratorio, encontró
una de esas placas contaminada con un moho.
En lugar de tirar a la basura ese experimento
fallido, la curiosidad de Fleming le impulsó a analizarlo. Observó
que, alrededor del hongo, las colonias de estafilococos más cercanas
a él estaban muertas, mientras que las más lejanas se habían
reproducido normalmente e inmediatamente, se percató de que el
hongo, llamado Penicillium notatum, había liberado alguna sustancia
bactericida, que Fleming bautizó como penicilina.
Alexander Fleming abandonó sus trabajos entre
1929 y 1931 porque sus experimentos le indicaron que aquella
sustancia no permanecería en el cuerpo después de ser inyectada y
que por ello no podría servir para tratar una infección.
Sin embargo, sus artículos y conferencias acerca
del tema fueron retomadas por Howard Florey, Ernst y Norman Heatley,
quienes purificaron la penicilina y la usaron en ratones infectados
con estafilococos para salvarles la vida.
Después de superar los ensayos clínicos en
humanos, Florey, Chain y Fleming recibieron el premio Nobel de
Medicina en 1945 por el descubrimiento y producción de la
penicilina, lo cual estimuló la búsqueda de nuevos antibióticos y
transformó la medicina.
La penicilina comenzó a utilizarse de forma
masiva en la Segunda Guerra Mundial, donde se hizo evidente su valor
terapéutico. Desde entonces, se ha utilizado con gran eficacia en el
tratamiento contra gran número de gérmenes infecciosos,
especialmente cocos. En este sentido, se ha mostrado sumamente útil
para combatir enfermedades como la gonorrea y la sífilis.
En realidad, la penicilina inició la era de los
antibióticos, sustancias que han permitido aumentar los índices de
esperanza de vida en prácticamente todo el mundo.
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