Tal día como hoy 11 de octubre de 1698, ante la falta de descendencia del enfermizo rey Carlos II de España y la larga decadencia de la monarquía española desde Felipe IV, se produce el reparto de las codiciadas posesiones españolas entre Inglaterra, Francia y Holanda mediante el tratado de La Haya. Carlos II se opone a este acuerdo, ya que significa la división del Imperio Español.
El tratado de La Haya de 1701 fue un acuerdo por el cual Inglaterra, el Sacro Imperio Romano Germánico y las Provincias Unidas de los Países Bajos se unían para hacer frente a la coalición formada por Francia y España en la inminente guerra de sucesión española.
Desde antes de la muerte sin descendencia de Carlos II de España en noviembre de 1700, los principales países de Europa veían con preocupación la posibilidad de que el trono español fuera ocupado por el hijo del rey Luis XIV, uniendo así las coronas española y francesa y creando una potencia con un poder excesivo en el equilibrio europeo.
En su testamento, Carlos II nombró como su sucesor al hijo de Luis de Francia, a condición de que renunciase al trono francés. Contraviniendo esta disposición, Luis XIV declaró que mantendría los derechos de sucesión de su nieto Felipe a la corona de Francia y, en febrero de 1701 Felipe fue coronado rey de España y las tropas francesas, ocuparon los Países Bajos españoles y el Milanesado, y la flota francesa se desplegó por las colonias españolas en las Indias Occidentales.
Según los términos del tratado de La Haya, del 7 de septiembre de 1701 por los representantes del rey de Inglaterra, el emperador alemán y los delegados de los Estados Generales de los Países Bajos, se comprometían a mantener una política conjunta para evitar la unión de Francia y España bajo un único gobierno, primero por la vía diplomática y en caso de guerra, por la fuerza militar.
Ante el avance de los acontecimientos, en mayo de 1702 los países de la alianza declararon la guerra a Francia y España, dando inicio a la guerra de sucesión española.
Las consecuencias de esta guerra fueron tan importantes que marcarían el transcurso de todo el siglo XVIII al establecer un nuevo mapa europeo. Los grandes beneficiados fueron Austria e Inglaterra, pero sobre todo Inglaterra, que obtuvo destacados beneficios económicos como la exclusividad en el Asiento de Negros, es decir, el monopolio del tráfico de esclavos con la América española, y la autorización para enviar un navío para comerciar con las Indias.
Sin duda, la gran perjudicada fue la Monarquía hispánica. La pérdida de sus posesiones europeas y las concesiones económicas hechas, hicieron que España se convirtiese en el siglo XVII, en una potencia que nunca más pudo recuperar su posición de antaño, siempre a remolque de británicos y franceses.
A nivel interno, los cambios fueron profundos e importantes. La Corona de Aragón vio desaparecer completamente todos sus privilegios políticos y económicos, para ser administradas exactamente igual que Castilla. Sin embargo, navarros y vascos que permanecieron fieles al rey Felipe V, conservaron todos sus fueros y privilegios, incluidos los fiscales.
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