lunes, 12 de agosto de 2019

El submarino ruso "Kursk", una tumba de metal

Tal día como hoy 12 de agosto del 2000, el submarino nuclear ruso K-141, "Kursk", que navega por el gélido Mar de Barents, se convierte en una trampa mortal para toda su tripulación al producirse dos explosiones en su interior, que en los primeros minutos de la catástrofe se cobra la vida de la mayor parte de los 118 miembros de la dotación.

Al principio, las autoridades rusas tratarán de mantener la catástrofe en secreto, pero los problemas que tendrán para rescatar a los 118 marineros con sus propios medios, les llevarán muy a su pesar, a lanzar un SOS internacional el día 16. Pese a los desesperados intentos de rescate que harán equipos británicos y noruegos, todos los marineros y oficiales a bordo del Kursk morirán.

Las primeras investigaciones indicarán que algunos supervivientes lograron refugiarse en la parte trasera del sumergible 4 horas después del accidente. Escritos dejados por ellos demostraron, que al menos 16 tripulantes llegaron a las partes estancas, pero a medida que el agua penetró, se declaró un incendio en el interior que los mató por asfixia, aunque lograron sobrevivir 6 días después de la tragedia.

En el caso del Kursk, desde el primer momento se cernió un secretismo total. La tripulación mantenía una comunicación estable con las autoridades y se sabía la causa del accidente: un incendio: Los marineros del Kursk sólo han dado unos leves golpes desde dentro del casco: tres puntos, tres rayas, tres puntos, SOS. Y ninguna otra información.

En el caso del Kursk, ningún batiscafo, ni ruso ni extranjero, pudo salvar a nadie aunque se intentó abrir la escotilla de popa. Si los marineros no lograron salir nadando por esta escotilla, la puerta se habría atascado a causa del golpe en el fondo del mar.

Si el Kursk hubiera sufrido tan sólo una “avería técnica”, como se anunció en un principio, sus marinos se habrían salvado, subiendo hasta la cámara de salvamento y de ahí a la superficie y hacia la vida.

El almirante ruso Kuroyédov menciona posibles causas de la catástrofe como: una mina flotante de la II Guerra Mundial, una avería de los timones cuando iba a toda máquina u otras causas: “Yo no puedo entender qué ha podido ocurrir con el Kursk”, dice el capitán Arkadi Yefanov, ex comandante del Smolensk, una nave del mismo tipo. “Incluso llego a pensar que ha sido un sabotaje”.

El marino Magomed Hazhiev, héroe de la Unión Soviética, que entregó su vida en el ártico, pronunció estas sabias palabras: “En ninguna parte hay tanta igualdad ante el destino como a bordo de un submarino. O todos vencen, o todos perecen”.

Catorce meses después del hundimiento, los restos del submarino fueron sacados a la superficie e investigados, pero la versión oficial sobre lo ocurrido no dió respuesta a multitud de interrogantes, por lo que siempre existirán diferentes teorías, de lo que en realidad sucedió.

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