Tal día como hoy 10 de enero de 1724 en España, el rey Felipe V abdica a favor de su hijo Luis, a través de un comunicado que dirige al Consejo de Estado en el que manifiesta su deseo de descanso tras 22 años de reinado, aprovechando que su hijo ha llegado a una edad para llevar la corona.
Posiblemente la locura, forzó a Felipe V a abdicar a favor de su hijo mayor, ya que el Rey tomó aquella decisión porque veía que su enfermedad - probablemente un trastorno bipolar - no le permitían seguir en el trono más tiempo o tal vez porque, albergaba la ambición secreta de reinar en Francia si fallecía Luis XV.
Luis I, llamado “el Bien Amado”, fue el primer Borbón nacido en España fruto del matrimonio de Felipe V con María Luisa de Saboya, que huérfano de madre desde la infancia, creció bajo la rígida tutela de la princesa de Ursinos y la sombra de su madrastra, Isabel de Farnesio, segunda esposa del Rey de carácter fuerte, que nunca tuvo buenas relaciones con Luis.
Luis en 1722, se casó con Luisa Isabel de Orleans, hija del regente de Francia, mujer sin apenas educación y con la personalidad de una niña caprichosa y extravagante, como demostraba el hecho de jugar desnuda en los jardines de palacio y su pereza y desaseo.
Con diecisiete años, el Príncipe de Asturias era un inexperto para reinar y tenía ya bastantes preocupaciones con contener a su extravagante esposa, pese a lo cual el 9 de febrero de 1724 Luis I fue proclamado Rey, dando pistoletazo de salida al reinado más corto en la historia de España.
El pueblo, dio la bienvenida con entusiasmo a este joven, al que dieron el apelativo del “Bien amado” que las crónicas presentan como; “afectuoso y franco en su trato, sin amenguar por esto su continente grave y digno; y se le reconocía capacidad y aplicación en el estudio de las ciencias y las artes”.
Buscando reivindicar su poder, Luis se rodeó de tutores alejados de la influencia de los anterior Reyes, dando un giro a la política exterior del reino, que se tradujo en más medios para América y menos para la recuperación de las posesiones italianas y en un descenso en la influencia francesa en la Corte.
Su reinado estuvo marcado, por la creciente locura de Luisa Isabel, hasta que finalmente, el Rey ordenó el encierro de su esposa en el Palacio Real. El hartazgo tuvo lugar tras una recepción pública en la que la soberana se desnudó y empleó su vestido para limpiar los cristales del salón.
El encierro de casi dos semanas hizo recapacitar a la joven, que envió cartas a Luis pidiéndole perdón y este quedó patente cuando ambos enfermaron de viruela, a mediados de agosto y aunque Luisa Isabel sobrevivió a la enfermedad, permaneció al lado de su marido hasta el último suspiro de este el 31 de agosto de 1724, en que terminó el reinado de Luis I.
La Corona reservaba pocas expectativas para las reinas viudas y Felipe V devolvió a Francia a la joven, como quien descambia un aparato defectuoso en la tienda de electrodomésticos.
En el testamento de Luis, este nombraba a su padre como heredero universal, lo que contravenía los términos de la abdicación de Felipe V, que especificaba que de morir sin herederos la Corona pasaría a su siguiente hijo, Fernando, de once años.
Sin embargo, la rápida actuación de Isabel de Farnesio devolvió las riendas del reino a Felipe V, aunque en realidad, fue Isabel quien se hizo cargo de las responsabilidades de la Corona.
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